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EL PECADO ORIGINAL. 25 tamente a la doctrina por Dios revelada, entonces semejante postulado no puede ser admitido en modo alguno» 6. Este principio general se aplica por el mismo Papa a la cuestión abierta ya desde mediados del siglo xix, a las relaciones entre el evolucionismo cien tífico y la enseñanza cristiana sobre el origen del hombre. Puede admitirse por los creyentes el evolucionismo antropológico bajo ciertos límites y con unas cautelas que la encíclica es prolija en enumerar: «Por eso el magisterio de la Iglesia no prohíbe que, según el estado actual de las ciencias humanas y de la sagrada teología, se trate en las investigaciones y disputas de los entendidos en uno y otro campo, de la doctrina del "evolucionis mo” , en cuanto busca el origen del cuerpo humano en una materia viva y pre existente —pues las almas nos manda la fe católica sostener que son creadas inmediatamente por Dios— ; pero de manera que con la debida gravedad, mode ración y templanza se sopesen y examinen las razones de una y otra opinión, es decir, de los que admiten y de los que niegan la evolución, y con tal de que todos estén dispuestos a obedecer el juicio de la Iglesia, a quien Cristo encomendó el cargo de interpretar auténticamente las Sagradas Escrituras y defender los dogmas de la fe. Algunos, empero, con temerario atrevimiento, traspasan esta libertad de discusión al proceder como si el mismo origen del cuerpo humano de una materia viva preexistente fuera cosa absolutamente cierta y demostrada por los indicios hasta ahora encontrados y por los razonamientos de ellos deducidos, y como si, en las fuentes de la revelación divina, nada hubiera que exija en esta materia máxima moderación y cautela»7. Como se ve el tren de la libertad concedida a investigadores y teólogos cristianos ha de avanzar entre cien ’precauciones’ puestas a los flancos de la vía, hasta encontrar unas palabras de tenor prohibitivo, que tienen la fun ción de un disco rojo que detuviese el paso, al menos hasta nuevo aviso: «Mas cuando se trata de otra hipótesis, la del llamado poligenismo los hijos de la Iglesia no gozan de la misma libertad. Porque los fieles no pueden abrazar la sentencia de los que afirman o que después de Adán existieron en la tierra verdaderos hombres que no procedieron de aquél como del primer padre de todos por generación natural, o que Adán significa una especie de muchedumbre de primeros padres. No se ve por modo alguno cómo puede esta sentencia conci llarse con lo que las fuentes de la verdad revelada y los documentos del Magis terio de la Iglesia proponen sobre el pecado original, que procede del pecado verdaderamente cometido por un solo Adán y que, trasfundido a todos por gene ración, es propio a cada uno»8. 6 . AAS, 1. c„ 575. DS, 3895. 7. AAS, 1. c , 575-6. DS, 3896. 8 . AAS, 1. c„ 576. DS, 3897.
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