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24 ALEJANDRO DE VILLALM ON TE po, sin embargo, en un sentido verdadero, que a los exegetas toca investigar y precisar más, pertenecen al género histórico; y que esos capítulos contienen en estilo sencillo, figurado y acomodado a la inteligencia de un pueblo poco culto, tanto las principales verdades en que se funda la eterna salvación que debemos procurar, como una descripción popular del origen del género humano y del pue­ blo elegido. Y si algo tomaron los hagiógrafos antiguos de las narraciones popu­ lares (lo que puede ciertamente concederse), nunca debe olvidarse que lo hicieron bajo el soplo de la inspiración divina, que les hacía inmunes de todo error en la elección y juicio de aquellos documentos»5. No hay, pues, que equiparar las narraciones del Génesis con los mitos y creaciones literarias imaginativas que vemos en los pueblos orientales ve­ cinos de Israel. E l texto de la encíclica propone dos problemas que fueron largamente discutidos durante los decenios que vamos a estudiar: la historicidad de Gén 1-3 y, en forma concreta, la historicidad de Adán, protagonista de la historia que allí se cuenta; y, además, el problema de distinguir nítida­ mente lo que en aquella narración pertenece a la sustancia de la fe necesaria para salvarse y lo que es mera adherencia cultural, accidental e irrelevante ya para el creyente de hoy. Con alguna mayor detención se trata la cuestión de las relaciones entre la ciencia positiva y las verdades reveladas. Un primer texto se refiere a los principios generales que deben presidir el estudio de los problemas fronte­ rizos entre la ciencia y la teología. La aquí contemplada es la ciencia en sentido moderno: ciencia positiva, empírica, basada en la experiencia sensi­ ble y en el experimento. En forma más específica la ciencia natural y la bio­ logía. Pero también otras ramas del saber experimental, como la psicología, que en la década siguiente, años 1961 y siguientes, cobra interés por los intentos que se hacen de una explicación psicológica del dogma del pecado original. Veamos el texto de la encíclica: «Réstanos decir algo de algunas cuestiones que si bien se refieren a las ciencias que llaman ordinariamente "positivas” , se relacionan más o menos con las verdades de la fe. No pocos piden insistentemente que la religión católica tenga lo más posi­ blemente en cuenta tales ciencias; cosa ciertamente digna de alabanza cuando se trata de hechos realmente demostrados; pero que ha de recibirse con cautela cuando es más bien cuestión de "hipótesis», aunque de algún modo fundadas en la ciencia humana, por las que se roza la doctrina contenida en las Sagradas Letras o en la "tradición». Y si tales hipotéticas opiniones se oponen directa o indirec- 459-611. A. Hayen, L ’Encyclique Humani Generis et la pbilosophie, 113-37. A. Dondeyne, Les problemes philosophiques dans l’Encyclique H. G., 5-56. 5. AAS, /. c., 576-7, 568-70. DS, 3896. Allí se citan los documentos anteriores del Magisterio. Ver el comentario de L. Arnaldich, Historicidad de los once primeros capí­ tulos del Génesis, 385-424. Idem, Todavía la cuestión bíblica, 172-208.

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