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EL PECADO ORIGINAL. 23 de pensar y de decir específicos de un determinado momento histórico; como podían ser los siglos x i i - x i v para la teología escolástica, el siglo x v i - x v i i para la teología postridentina y la época moderna para la restauración neo- escolástica de finales del siglo pasado y primera mitad de éste. En referencia a nuestro tema, el pecado original, éste se vería afectado por las enseñanzas de la «Humani Generis» en tres momentos distintos, aunque internamente unidos entre sí. Señalemos, en primer término, la alu­ sión que el Papa hace a los sistemas filosóficos modernos que están en la base de las inquietudes y hasta desviaciones doctrinales contempladas por la en­ cíclica: el evolucionismo, existencialismo, historicismo, relativismo, pragma­ tismo, materialismo dialéctico. Todos ellos inseparablemente unidos a la men­ talidad evolutiva, y al concepto genético del ser, antes aludidos4. Esta men­ talidad constituye un presupuesto algo lejano, pero muy operativo al mo­ mento de enjuiciar la enseñanza teológica tradicional sobre el comienzo de la historia del mundo y de la historia humana. La mentalidad fijista subya­ cente a toda esta enseñanza tradicional no podía menos de aparecer como poco verosímil, escasamente creíble, y las afirmaciones concretas que en ella se apoyaban, necesitadas de renovada y especial demostración. Los textos escriturísticos de Gén 1-3 y otros que de ellos dependen, no tardarían en ser sometidos a examen crítico más exigente; y esto con aquella mayor audacia intelectual que permitía la liberalización de los estudios bíblicos iniciada pocos años antes. Otros textos de la encíclica más relacionados con nuestro tema, son los referentes a la interpretación de la Escritura y al modo de entender la verdad revelada auténtica contenida en las narraciones de los orígenes. En ese ba­ lanceo, que parece inevitable en el progreso humano, algunos exegetas y teólogos — según teme y denuncia la encíclica— la audacia intelectual, que es signo de vitalidad y buena salud mental, la han transformado en una te­ meridad extremosa e incauta, cuando interpretan los once primeros capítulos del Génesis. Aquí encontramos un texto orientador, del todo pertinente al problema del pecado original que nos ocupa. Las precisiones pontificias so­ bre la historicidad de los primeros capítulos del Génesis están siempre pre­ sentes en las discusiones de los decenios siguientes, referentes las bases escri- turísticas del dogma del pecado original y las concomitantes enseñanzas so­ bre el estado de justicia original y pecado originante. En efecto, insiste el Papa, si bien estos once primeros capítulos del Génesis, en el modo de narrar la historia, «no convienen propiamente con los métodos de composición histórica seguidos por los eximios historiadores griegos y latinos o por los eruditos de nuestro tiem- 4. L. c., 562-3. Sobre estos errores puede verse el comentario de M. Oromi, El filósofo católico frente a los errores filosóficos, 161-84. VV. AA. en Pensamiento 7 (1951)

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