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22 ALEJANDRO DE V ILLALM ONTE «Teología Nueva» no podría ser clasificada como un sistema y menos como una escuela teológica, sino, más bien, como una tendencia, un movimiento, una orientación, inicialmente indeterminada y que, en cada caso, se deter­ minaba según la temática que va surgiendo. Pero siempre dentro de ciertas directrices generales y específicas. En primer lugar, una decidida voluntad de adaptar la teología católica y el Mensaje cristiano en general a las nece­ sidades espirituales y a la mentalidad del hombre moderno. En consecuencia, ya que el pensamiento filosófico moderno y todas las manifestaciones cultu­ rales del hombre contemporáneo están dominados por la concepción diná­ mica, evolutiva, genética del ser, de la vida, de la historia humana y de todo el acontecer cósmico en general, parecía indispensable y ya hoy ur­ gente, el trasvasar el contenido precioso de la teología tradicional a formas de pensar y categorías mentales más dinámicas, más atentas a la historicidad y correlatividad de la captación humana del contenido sustantivo de la fe, cuya validez perenne no debería discutirse. Como consecuencia de lo ante­ rior, la «Teología Nueva» no podía ocultar cierta desconfianza y, en casos, desestima por la teología clásica tradicional, especulativa, escolástica. Ya des­ de los años treinta había comenzado a extenderse en muchos ambientes la convicción de que la restauración neo-escolástica, preconizada por León X I I I y proseguida durante varios decenios por la gran mayoría de los teólogos católicos, por una parte se estaba mostrando demasiado carente de agilidad mental para seguir los avances del pensamiento actual y responder a sus pre­ guntas inesperadas y, por otra parte, logrados algunos apreciables frutos en el estudio histórico de los dogmas y en otros aspectos más bien secundarios, la nueva escolástica estaba cayendo en reiteración fatigosa de problemas y soluciones, en repeticiones memorísticas de lo antiguo, en rutina doctrinal. La «Humani Generis», en los momentos en que se muestra más conservadora y cauta, exhorta — con reiteración y energía— al estudio de la teología es­ peculativa en su forma tradicional y llama la atención de los teólogos sobre el valor e importancia, todavía actual, de la tradición teológica3. Finalmente, la «Teología Nueva» se hacía apreciar por su lema de «retorno a las Fuen­ tes», al pensamiento bíblico y patrístico, a la experiencia y vivencia de las verdades de la fe en el corazón de la Comunidad de los creyentes; a las ne­ cesidades religiosas, vitales que plantea la pastoral y cura de almas. Estos varios factores eran ya, por sí mismos, una reacción contra el conservadu­ rismo, el fijismo de ideas, el intento perezoso de absolutizar cualquier forma 1-25. Para la Teología Nueva, A. A. Esteban Romero, Nota bibliográfica sobre la llamada "Teología Nueva’’, 303-18. Además de la «Teología Nueva» hubo otros movimientos ideológicos que influyeron en la redacción de la encíclica. Especialmente, para nuestro caso, el deseo de salir al paso del avance, inmoderado, peligroso, de las ideas evolucionistas, del poligenismo, reci­ bido en los ambientes católicos y entre los teólogos. 3. AAS 42 (1950) 565-69.

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