PS_NyG_1977v024n001p0003_0063

18 ALEJANDRO DE V ILLALM ONTE un obstáculo que sólo después de muchos años y estudios pudo ser vencido. Por su parte muchos científicos dieron motivos sobrados para la alarma de los teólogos. Olvidando la mesura y sobriedad propia de la ciencia experimental se lanzaron a hacer del evolucionismo una auténtica concepción del mundo radicalmente materialista y atea. Es obvio que en este momento el evolu­ cionismo habría de suscitar los más serios reparos de parte de los creyentes en un Dios creador del mundo y del hombre. No entra en los límites de nuestro estudio el seguir las peripecias de aquella larga lucha entre ciencia y teología3. Digamos que muy pronto se perfilaron ya las posturas que vamos a encontrar, en sus grandes rasgos, en los años cincuenta que queremos historiar. Se rechaza el evolucionismo de pretensiones metafísicas, íntegramente materialista y ateo. Se abre paso al evolucionismo científico llamado mitigado o limitado ; el que admite, por lo menos, la acción creadora de Dios que hace pasar los seres de la nada al ser; el concurso trascendente de Dios en el desarrollo del cosmos y de cada uno de los seres; la acción especial de Dios en la aparición del ser humano en el mundo4. Por lo demás será también necesario no perder de vista las sucesivas intervenciones del Magisterio de la Iglesia durante ese período, a fin de valorar mejor la postura de los teólogos ante la cuestión y el sesgo que tomaban sus investigaciones5. Sin embargo, juzgamos de interés para nuestro estudio el fijarnos un poco en las motivaciones profundas de la lucha secular y desacuerdo entre el evolucionismo científico y la teología católica. Ahora, a un siglo de dis­ tancia, tenemos la perspectiva suficiente para ver que ambos contendientes, científicos y teólogos, se movían con frecuencia dentro de presupuestos no justificados, cometiendo, además, errores metodológicos de bulto al des­ bordar reiteramente las fronteras de su saber respectivo. 3. C om o ejemplo de las oscuridades y angustias en que se m ovían en este terreno los teólogos de finales del siglo pasado, pueden verse, dentro del ambiente español. J. M endive , La religión católica vindicada de las imposturas materialistas, Madrid 1887. J. M ir y N oguera , La creación según se contiene en el primer capítulo del Génesis, Ma­ drid 1890. A un nivel científico muy apreciable para su tiempo y con un criterio abierto el Card. C eferino G onzález , La Biblia y la Ciencia, 2 vols, Madrid 1891. J. A. G onzález de A rintero , E l Hexámeron y la Ciencia moderna, Valladolid 1901. R. J uste , La teología católica y el problema de la evolución humana. Un siglo de historia eclesiástica. Llega hasta 1943. 4. El evolucionismo, en cuanto teoría científica, nunca tiene pruebas positivas para afirmar ni para negar estas verdades. La ciencia empírica debe dejar margen para que otros saberes humanos legítimos puedan aportar su solución específica al problema inte­ gral del origen del hombre. 5. Ver sobre al particular los estudios de C. C olombo , Transformismo antropologico e Teología, 17-43; espec. 17-24. J. A . de A ldama , E l evolucionismo antropológico ante el Magisterio, 237-52. M. F lick -Z. A lszeghy , Los comienzos de la salvación, 303-13. Z. A lszeghy , Evolucionismo y Magisterio, 366-73. J. E charri , Evolucionismo, poligenismo, 96-143. Otros testimonios, más abajo, al hablar del evolucionismo y poligenismo ante el Magisterio, en los apartados V /E y V I/B y D.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz