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EL PECADO ORIGINAL. 17 otra afirmación de la teología, cuanto manifestaciones de un ambiente ideo­ lógico, espiritual, cultural poco favorable a la enseñanza tradicional. O , por lo menos, a la forma concreta en que era expuesta, a las categorías mentales fijistas, objetivistas, estáticas en que venía siendo explicada desde siglos. Hecha esta advertencia, podemos referirnos ya al conflicto surgido a media­ dos del siglo xix entre «la ciencia y la fe». Conflicto protagonizado por el evolucionismo científico, pero alimentado, en el fondo, por una filosofía y hasta por una «mística evolucionista», como en el caso del científico natu­ ralista alemán E. Haeckel. E l estilo de pensar evolucionista llenaba ya la cultura de mediados del siglo xix, incluso en referencia al campo de las ciencias de la naturaleza, cuando apareció la obra decisiva de Ch. Darwin, el año 1859 2. E l mérito de Darwin estriba en haber demostrado, con datos experimentales fidedignos, lo que muchos tenían en la cabeza y sospechaban de algún modo. Este am­ biente favorable explica la gran acogida que obtuvo la hipótesis darwiniana. Y también las dificultades que, en un primer momento, le fueron propues­ tas por parte de los seguidores de la Naturphilosophie, en filosofía y en la ciencia. Estos se oponían con decisión al evolucionismo de Darwin en fuerza de convicciones evolucionistas; pero de signo contrario, pues atribuían al espíritu toda la energía evolucionadora y perfeccionadora de la realidad, des­ valorizando cualquier recurso a la inerte materia. En consecuencia de estas ideas no podían admitir que los seres inferiores tuviesen más dinamismo que el que les viene por comunicación del espíritu, como expresión del mismo y bajo su impulso operativo. Pero la reacción más fuerte y la más interesante frente a la teoría evo­ lucionista tuvo lugar en los medios religiosos. Los teólogos de las diversas confesiones cristianas no pudieron ni quisieron ocultar su alarma ante las nuevas teorías. Las afirmaciones de la ciencia chocaban con rudeza contra las convicciones religiosas sobre el origen del mundo y del hombre, sobre el puesto del hombre en el cosmos, sobre su naturaleza y destino. La forma ingenua, pre-crítica, en que eran entendidos los textos del Génesis constituía 2. El 26 de noviembre de 1859 aparece la célebre obra de Cu. D arwin , The Origin of Species by Means of Natural Selection, or the Preservation of Favoured in the Struggle jo r Life, London 1959. En 1871 publicó The Descent of Man and Selection in relation lo Sex, donde aplica su teoría al hombre, en forma más específica. Dentro del período que historiamos, el año 1959, centenario de la obra de Darwin, se publican numerosos estudios sobre predecesores, propugnadores e impugnadores de la teoría evolucionista. Por ej., G . S. C árter , Cien años de evolución. J. T emplado , Un siglo de evolucionismo, 17-47. W . A A ., Symposion on Evolution (para conmemorar el centenario de Darwin, «O rigin o f Species»). Para la historia del evolucionismo en general, además: J. T em ­ plado , Alfred R. Wallace (1823-1913) y la teoría de la evolución, 89-97. P. L eonardi , Darwin y el evolucionismo. E. R adl , Historia de las teorías biológicas. P. O stoya , Les théories de l’évolution. Origines et histoire du transformisme et des idées qui s’y ratta- chent. V . A nderez , Etapas científico históricas de la demostración del transformismo, 364-414. J. T emplado , Desarrollo histórico de las ideas evolucionistas, 82-102. 2

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