PS_NyG_1977v024n001p0003_0063

16 ALEJANDRO DF. VILLALM ON TE fuso e implícito unas veces, profesado otras en forma explícita, donde la rea­ lidad es presentada como fruto perenne del despliegue de la vida, entendida ésta como realidad radical indiferenciada, espiritual-material simultáneamen­ te. Tal sería el sistema de H. Bergson, con su célebre teoría de la evolución creadora. Sistema que ha influenciado poderosamente, en años posteriores, a hombres como Teilbard de Cbardin y simpatizantes. Cada uno de estos tres tipos de evolucionismo se ha mostrado eficiente en alguno de los ramos de la investigación humana. E l evolucionismo natura­ lista ha tenido éxito en el ramo de la geología, astrofísica y biología. E l evo­ lucionismo idealista ha sido especialmente fructífero en relación a las cien­ cias del espíritu: historia de las ideas y de la cultura. E l evolucionismo ro- mántico-vitalista ha tenido el acierto de insistir en la necesidad de que se tengan en cuenta la totalidad, organicidad armónica y finalidad a lo largo de todo el proceso de la evolución, en cualquiera de los campos de la reali­ dad en que ella se produzca. Sin embargo, el evolucionismo en cualquiera de sus vertientes no debería olvidar dos cosas: que los varios tipos de evolu­ cionismo se limitan unos a otros y que cada uno debe evitar el traspasar sus fronteras específicas. Ninguno de ellos pretenda aclarar toda la realidad. En segundo lugar, el evolucionismo debe aceptar el verse limitado por otros saberes humanos: las matemáticas, la lógica, el arte, la religión, sólo parcial­ mente pueden ser esclarecidas por el pensar genético, evolutivo. Porque, ade­ más de estudiar el devenir de ellas, es indispensable saber lo que las cosas son. Y el ser de una cosa no se capta a fondo por la mera descripción del proceso genético por el que llega a ser, sino que es indispensable captar el «logos», la razón de por qué las cosas son así y no son de otra manera. Con frecuencia se ciñen a estudiar la génesis de una cosa y su devenir los que han fracasado en el estudio de su ser o tienen tal conocimiento por irrele­ vante. Hemos insistido en esta acepción más universal del evolucionismo por­ que pensamos que es indispensable tenerla en cuenta para comprender las dificultades nuevas que le han sido propuestas a la doctrina del pecado ori­ ginal y explicar la eficacia que han tenido para provocar una honda crisis dentro de esta creencia. Generalmente los teólogos han tenido en cuenta las dificultades que a la enseñanza tradicional le venían de parte del evolucio­ nismo científico. Por eso dedicaron sus afanes a resolver estas dificultades y a armonizar el progreso de la ciencia con las afirmaciones de la fe. Tarea in­ dispensable; pero, no debe olvidarse que el mismo evolucionismo científico se mostraba tan vigoroso y resistente porque venía apoyado por una filosofía evolucionista de fondo. De esta filosofía y visión evolutiva del ser se encuen­ tran expresión en corrientes de pensamiento tan influyentes en esta época como el vitalismo, historicismo, relativismo, existencialismo. Estos estilos filosóficos de pensar constituían, no tanto una objeción concreta a ésta o la

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz