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EL PECADO ORIGINAL. 15 to decir que la revolución evolucionista, que se produce, sobre todo, en el cam­ po de la ciencia experimental, fue precedida, acompañada y seguida de una nueva visión y mentalidad evolucionista en el campo general de la cultural, de la misma contemplación filosófica del mundo y del hombre. E l evolucio­ nismo es un fenómeno omnipresente en toda la época moderna con progresiva tendencia a invadir las más varias manifestaciones culturales, todos los sa­ beres. También el saber teológico, si es que no quiere quedarse al margen del progreso del hombre contemporáneo. En correspondencia con esta su «forma mentis» evolucionista piensa el hombre actual que todo lo que existe, el campo entero del ser, se comprende mejor (o se comprende únicamente) visto desde su devenir, desde su génesis. Esta universal perspectiva y ta­ lante con que se mira la realidad tuvo sus éxitos más visibles en el campo de las ciencias naturales; pero también en la misma historia humana y en la comprensión filosófica del ser. Las categorías del devenir, del desarrollo, se han impuesto en forma tal que, en muchas ocasiones, el «comprender» una cosa, captar su logos, se ha identificado con el hecho de poder percibir su génesis, su historia, su hacerse. En todo caso, no habría una captación de lo que las cosas son, sin la captación de su devenir, de su estar-llegando-a-ser. Dentro de esta general mentalidad evolucionista se podrían descubrir tres manifestaciones fundamentales, complementarias entre sí y que de hecho han contribuido a hacer fructuosa esta visión dinámica del campo total de la realidad, tan característica del hombre moderno. En efecto, hay un evo­ lucionismo de base y pretensiones científico-experimentales que explica el origen de los seres de la naturaleza por el despliegue de la primitiva energía de la materia, en progresivas y diferenciadas manifestaciones, hasta culminar en el hombre, fruto privilegiado de este ascensional desarrollo de la materia, precisamente por el espíritu que le coloca en la cúspide de la pirámide evo­ lutiva. A la inversa, hay un evolucionismo idealista que quiere explicar la realidad con la que tratamos y sus variedades, como continuada y múltiple manifestación del espíritu que, después de haberse alienado en la materia, va retornando progresivamente a la conciencia de sí mismo a través de la materia, a la que impone su movimiento vital. Semejante evolucionismo ten­ dría como principal representante a Hegel. Finalmente, encontramos un evo­ lucionismo de tipo romántico-panteísta, impregnado de un panvitalismo, di­ pueden verse los estudios de C. P a rís, L. M. A rm endariz, E. C olom er, M. C ru sa fo n t, en la obra La Evolución, Madrid 1965. A . H aas, La idea de la evolución, 526-52. J. F erra- t e r M ora, «E volucionsim o», en Diccionario de Filosofía, Buenos Aires 1958. Las vv. «evoluzione-evoluzionism o», en la Encliclopedia Filosófica, Venezia-Roma 1957. También las vv. «evolución-evolucionism o» en la Gran Enciclopedia Rialp 9 603-16, Madrid 1971-1976. En referencia más expresa a la problemática teológica, E. B runner, Der Mensch im Widersprucb, 382-400. De él recogemos las reflexiones propuestas a continuación. Por lo demás el pensamiento filosófico de hombres com o Hegel, Marx, Bergson, Lecom te du N oüy, Teilhard de Chardin está impregnado de este radical impulso evolutivo presente en todo lo real.

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