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14 ALEJANDRO DE V ILLALM ONTE la Escritura. Se trataría, más bien, de una teoría teológica desarrollada para explicar otras verdades estrictamente dogmáticas. Entonces se verá claro que la teoría del pecado original brotó en conexión con determinadas formas de contemplar otras verdades fundamentales de la fe: la doctrina sobre Dios y su acción en la historia de salvación, la razón de ser y sentido radical de la acción salvadora de Cristo, la concepción cristiana del hombre en su relación con el destino sobrenatural al que es llamado. Y, al fondo del todo, el contexto histórico y cultural en que esas verdades reveladas era explicadas por los teólogos de siglos pasados. Por eso, al final de nuestro estudio, se verá que es aquí, en el campo de la teología (enten­ dida como ejercicio de reflexión racional sobre la fe) y no en el campo de lo dogmático donde hay que plantear la cuestión del pecado original: su existencia, su naturaleza, sus conseccencias en el pensamiento y en la vida de la Iglesia. III D i f i c u l t a d e s n u e v a s p a r a l a e n s e ñ a n z a t r a d i c i o n a l S O B R E E L P E C A D O O R I G I N A L Las dificultades específicas y nuevas que la mentalidad moderna ha acu­ mulado frente a la doctrina del pecado original podrían ser resumidas, en forma bastante aproximada, bajo este común denominador: la mentalidad evolucionista, que desde hace dos siglos y con intensidad siempre creciente ha ido impregnando todas las creaciones y expresiones culturales del hombre occidental. Tendremos ocasión de ver que concurren también otros motivos que de forma más próxima y más al interior mismo de la teología han pro­ vocado el cambio doctrinal en esta materia. Nos referimos al progreso de la exégesis científica y crítica que ha puesto de manifiesto la debilidad de los fundamentos bíblicos de la doctrina. Pero, la misma exégesis, sino exclusi­ vamente, sí de forma decisiva ha sido influenciada por esa universal menta­ lidad evolucionista. Cuando se habla del evolucionismo pensamos espontáneamente en el evo­ lucionismo a un nivel y dimensión científica. Pensamos, ante todo, en la teoría biológica que habla de la génesis y aparición de los seres vivientes desde formas de vida más rudimentaria y desde la misma materia inorgánica. Pero, en la polémica que el evolucionismo ha venido manteniendo con la teología desde finales del siglo pasado, es indispensable que tomemos el concepto de evolución en una acepción bastante más amplia y profunda. En efecto, "puede enunciarse como una ley general que, a toda gran re­ novación y a todo descubrimiento fundamental en biología (en las ciencias experimentales, diríamos nosotros) sucede una revolución y renacimiento de la filosofía e incluso de la teología” *. A l menos en nuestro caso es muy exac- 1. E. A guirre , Problemática de la evolución fuera de las ciencias naturales, 55. Ver 52-79. Para este concepto más amplio de evolución al que aludimos a continuación

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