PS_NyG_1977v024n001p0003_0063

E L PECADO ORIGINAL. 13 de una exégesis seria y teológica y por presiones externas de la autoridad magisterial los exegetas y teólogos católicos siguen fieles a la tradición multi- secular. Debemos recordar, además, los argumentos de razón teológica mediante los cuales se esclarecía o corroboraba el hecho del pecado original, revelado en la Escritura. Tienen una indudable importancia científico-teológica estos razonamientos. A través de ellos queda patente este hecho: que el dogma del pecado original había adquirido una enorme relevancia dentro de la ana­ logía de la fe, en el contexto de las demás verdades reveladas. Las verdades más fundamentales de la fe cristiana aparecen complicadas, en nexo indestruc­ tible, con la creencia en el pecado original. Por tanto, nunca podría decirse que esta creencia vagaba errática, sin contexto ni enraizamiento interior con las demás verdades reveladas. Desde el tiempo de san Agustín, el más decisivo y convincente razona­ miento a favor del pecado original se apoyaba en el hecho básico, incontro­ vertible, de la necesidad absoluta de la gracia de Cristo y de la eficacia uni­ versal de su redención. Esta presupone que todos los hombres, sin excep­ ción posible, están necesitados de la acción salvadora de Cristo. Pero, donde no hay verdadero pecado, no se ve cómo podría hablarse, en sentido estricto, de la necesidad de la gracia redentora. Por tanto, no se puede excluir a nadie del dominio y zona de influencia del pecado sin correr el riesgo cierto de excluirlo, por ello mismo, de la zona de influencia de la redención. Conocida es también la importancia de otra argumentación que, en co­ nexión con la anterior, fue muy utilizada por Agustín: la praxis eclesiástica de bautizar a los niños "para remisión de los pecados”. Y , ¿qué otro pecado podría remitirse a un recién nacido, si no es el pecado original en que ha sido concebido? Finalmente, el dogma de la concepción de María sin mancha del pecado original, confirmaría — según opinión corriente— la ley univer­ sal de que todo hombre, al llegar a la existencia se encuentra en pecado; a menos que, como María, sea preservado «por especial gracia y privilegio». A lo largo de los siglos gozó de gran prestigio uno que pudiéramos ca­ lificar de argumento fenomenológico, casi experimental, a favor del hecho de la caída originaria y de la situación pecadora connatural al hombre que la historia conoce. En forma sintética podría formularse: al considerar las miserias, especialmente morales, en que está sumergida la humanidad his­ tórica, no encontramos explicación razonable ni justificable de este exceso de dolor y sufrimiento, si no es recurriendo al hecho de un pecado originante cometido por el hombre en los comienzos primeros de la historia. Más adelante, todo a lo largo de nuestro estudio, se irá viendo la importancia real de estos razonamientos para valorar la enseñanza tradicional. Porque, según veremos, un estudio crítico de los textos bíblicos llevó poco a poco a la con­ vicción de que la doctrina del pecado original no se contiene, explícitamente, en

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz