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422 B E R N A R D IN O D E A R M E L L A D A fundamental; posibilidad del pecado mortal en la existencia del cristiano. J. M. Poveda Ariño, médico psiquiatra, expuso ideas muy orien tadoras sobre «ciencia y doctrina sexual». Los datos morfológicos, funcionales y de comportamiento ofrecidos por la biología, corro borarían que ia conducta sexual está ordenada inequívocamente a la transmisión de la vida. El recurso a la psicología, y especial mente a la rama del psicoanálisis, como instancia revisionista de 1a moral, tiene fallos muy notables. Puede ayudar a una cierta sín tesis de la fenomenología sexual, pero no llega al auténtico límite que es la persona misma, con los criterios que a lo personal corres ponden. Por eso podemos hablar de un «asalto científico» al mis terio del sexo, análogo a los ataques del carácter sagrado del ma trimonio y de la familia, cuyo origen turbio está en un psicologis- mo omnicomprensivo que, al justificarlo todo, destruye la moral y lleva a la degradación del sentimiento erótico, convirtiéndolo en erotismo de consumo. La doctrina moral sexual asume el orden original de la natura leza, la preserva de desviaciones subjetivas y lo eleva por medio de la virtud de la castidad al orden superior del Amor. El sexo es una dádiva divina que se ordena limpiamente a la vida, al amor y a la fecundidad. P. López Castellote, educador y padre de familia, con su trabajo «Educación y ética sexual», trató de dar una respuesta constructi va frente a la provocación ambiental de facilitación de todo. La educación sólo puede ser auténtica si tiene en cuenta los condicio namientos de cada sexo. Intentar eliminar las diferencias que el mismo Dios puso en la naturaleza humana es ir contra la obra di vina, lo mismo que si se pretende abolir la igualdad en dignidad que hombre y mujer poseen como «imagen y semejanza» del Crea dor. El respeto a la persona, desde Dios y su Palabra, es el quicio sobre el que gira todo el proceso educativo dirigido a la verdadera madurez. A las cosas se las dignifica usándolas, a las personas amándolas. Muchos conocimientos sobre el sexo, sin el respeto a la persona, son una monstruosidad. Y para una convivencia de cordialidad humana no es el cuerpo sino la persona lo que impor ta conocer. La ayuda educativa tenderá a hacer tomar conciencia no sólo de que la convivencia con el otro puede ser buena o mala o super ficial, sino también de que hay que aceptar positivamente la pro pia realidad y la ajena para trabajar por un mundo más humano, más acogedor para hombres y mujeres, iguales en dignidad e igual
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