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R E IN O D E L H O M B R E Y R E IN O D E D IO S 4 2 1 a un mundo que alardea de despreocupación por los problemas de la castidad. Mons. José Delicado Baeza — «pastoral y ética sexual»— cons­ tató una vez más la confusión e inseguridad moral en relación con el fenómeno de la sexualidad en nuestro tiempo. Es necesaria — dijo— una lúcida valoración ética, que se puede justificar por varios sistemas convergentes: el objetivo-creatural, el dinámico- personalista y el normativo-bíblico. Dada la ambigüedad moral de la sexualidad humana, el hombre debe ser apoyado por alguien para que descubra su dignidad en la verdad objetiva. La triple criteriología citada se interpreta adecuadamente dentro de la Igle­ sia, a la luz y al calor de la comunión de los creyentes animada por el espíritu de Cristo. El principio pneumatológico y eclesiológico ofrece así una válida apoyatura a la justificación de una ética se­ xual cristiana, que partirá de una comprensión del cuerpo en su dignidad insospechada relacionado con el Espíritu Santo y de una valoración del diálogo intersexual como alianza en una fidelidad profunda y autodonación en el amor, a semejanza de Cristo. La aplicación concreta al autoerotismo, a las relaciones prema­ trimoniales, a la sexualidad conyugal y extramatrimonial, deberá tener en cuenta la maduración de la capacidad de un amor oblati­ vo superador del egoísmo. Pastoralmente es insostenible una mo­ ral de imperativos sin experiencia de la fe como adhesión a la per­ sona de Cristo. Sólo en él madura el amor interhumano haciendo salir a la persona de su propio egoísmo, atenta a la existencia de los demás con espíritu de servicio. De esa manera se capacita el hombre para valorar y vivir cristianamente la ética sexual, inte­ grada en una vida comunitaria, testimonial, estimuladora e irra­ diante de los valores del Reino de Dios. J. M. Mágica trató de modo sugestivo dos temas importantes: «Ley natural y ética cristiana», «Criterios de valoración de la con­ ducta humana». La experiencia ética radical encontraría únicamen­ te su fundamento en la acogida del misterio al que se halla refe­ rido el hombre. Y la ética concreta vendría a ser la «confesión his­ tórica» de ese misterio, que, para el cristiano, es acogida del mis­ terio de Cristo, teniendo siempre en cuenta la historicidad de la persona humana. Refiriéndose al documento de la S. Sede, resaltó sus criterios de valoración moral: atención a los aspectos subjetivos de la con­ ducta humana y espíritu de comprensión y misericordia; valora­ ción del comportamiento de las personas en su totalidad; opción

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