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R E IN O D E L H O M B R E Y R E IN O D E D IO S 419 El aspecto bíblico fue tratado de una manera general por F. F. Ramos bajo el título «Sagrada Escritura y Moral cristiana», y ex presó la necesidad de que la moral mantenga su referencia al he cho cristiano para conservar su identidad. La persona de Jesús y la presencia del Reino que ella implica compromete a un amor que anule de un modo práctico las manipulaciones a que inclina el egoís mo. No llegar a esta raíz del pecado significaría tratar los síntomas de la enfermedad en lugar de las causas de la misma. De modo más concreto habló D. Muñoz León en sus dos exce lentes intervenciones: «Etica sexual en el mensaje bíblico» y «Se guimiento de Cristo y moral sexual». Fue claro, exhaustivo, com petente. Y para los buenos oidores señaló el punto en que se ase guraba la altura de la Semana: Ya en el AT aparece la voluntad de Dios señalando el camino del hombre entre los escollos que le opo ne la tentación sexual, como violación del amor donde tiene que ser exclusivo y fecundo o como profanación irrespetuosa de una función en que está la fuente natural de la vida. En el NT será Je sús quien interprete la Torah para la era mesiánica, precisando con toda diafanidad la verdadera exigencia de la voluntad de Dios, ra dical frente a todo lo que sea fruto del egoísmo. Ahí entra, p. e., la exclusión del divorcio, que es un fenómeno desnaturalizador del amor auténtico. Da también una clarificación liberadora en la in terpretación del Decálogo: Sólo lo que brota del corazón mancha al hombre. Lo que escapa a la conciencia no tiene por qué acom- plejarle moralmente. Todo en el Evangelio de Jesús es puro, com paginando su doctrina radical con la comprensión para la debili dad humana. S. Pablo, por su parte, dejará bien explícita la incom patibilidad del desenfreno sexual con el verdadero cristianismo. Y la motivación no puede reducirse a la supuesta inminencia cro nológica de la parusía, sino a la conexión profunda con la realidad del Reino de Dios. En la línea de la tradición cristiana y del Magisterio, una exé- gesis rigurosamente científica da como resultado que Jesús, en la invitación a su seguimiento, propone la continencia perpetua como un don de singular valor en la vivencia del Reino. El «Sitz im Le- ben» del logion categórico-didáctico sobre la continencia por el Reino (Mt 19, 10-12) es una situación de viva controversia susci tada por el modo de vivir del mismo Jesús, quizás ante alguna ma liciosa sugerencia. El Maestro no considera malo ni el sexo ni el matrimonio, pero afirma una perspectiva nueva en que el interés natural de la sexualidad puede quedar absorbido por la vivencia del Reino. Esto, que era connatural a Jesús, lo pueden recibir como
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