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404 LOREN ZO F E R N A N D E Z LO P EZ blando representan una reacción feliz contra la fórmula rígida del agustinismo»3I. Según ellos, emplear como tipo de obra de la gracia — según hace S. Agustín— la conversión de San Pablo no es justo, pues ésta presenta un carácter excepcional. «La mayor parte de los hom­ bres vienen al bautismo como Zaqueo, después de haber pedido, llamado, buscado. Dios quiere la salvación de todos los hombres, ofrece su gracia a todos»32. Es el hombre, por tanto, quien se dis­ cierne a sí mismo, la predestinación se refiere a la presciencia, no hay preferencia divina; la perseverancia no es un don distinto de la gracia del bautismo33. Este breve apunte34 recoge el campo de batalla en que hubo de debatirse San Próspero. De ahí la impor­ tancia de la pregunta que nos hacíamos más arriba. Jacquin la plantea de la forma más cruda: «S. Prosper a longtemps passée et, chez beaucoup, passe encore pour le defenseur le plus fidèle de S. Augustin, dans la question de la Prédestination; il serait l'heri- tier de la pensée, le defenseur intègre de ses doctrines. D ’autres au contraire affirment que la vigueur de sa polémique ne fait que dis­ simuler sa defection... où en est le v ra i?»35. ¿Dónde está la verdad? Parece evidente que, al contrario que en San Agustín, que fue endureciéndose en su posición, Próspero fue matizándola y suavi­ zándola. Incluso se puede verificar un proceso claramente marca­ do en sus obras en orden a una solución menos rigurosa que la adoptada por San Agustín. «Agustiniano desde el principio hasta el fin, se identificó a sí mismo, por así decirlo, con su maestro, y se hizo cargo de su doctrina... Así parece en la carta a Rufino, en el Poema de Ingratis, y en la Respuesta a Genoese. Pero en las de­ más obras, Próspero, bajo la presión de la controversia, adoptó la teoría de la predestinación al infierno "post praevisa mérita” que expresa tan ambiguamente y con tantas dudas sobre otros puntos, que algunos críticos han llegado a interpretarlo erróneamente»36. Esta respuesta precisa el influjo de la controversia y las presiones 31. H . R o n d e t, o. c., 123. 32. C a sia n o , Collât. X III: PL 49, 909, escribe: «praestet quotidie Christi gratia, quae dum vult omnes salvos fieri cunctos absque ulla exceptione convocat...». 33. C f. H. R o n d e t, o . c „ 121-122. 34. Otros detalles sobre la doctrina pelagina pueden verse en M. JACQUIN, A que­ lle date apparaît le terme semipelagien?, en Revue des sciences philosophiques et théologiques, 1907, 506-508; E . Amann, Semipelagianisme, en Dictionnaire de théolo­ gie catholique, t. 14; J. Tixeront, Histoire des dogmes, III. 35. M. J a cq u in , La question de la prédestination aux V et VI siècles, e n Revue d’histoire eclésiastique V II (1906) 271. 36. J. T ix e r o n t , La gracia en el concilio de Orange, en Teología del hombre y de la gracia, dirigida por E. Fortmann, Santander 1970, 196.

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