PS_NyG_1976v023n003p0399_0415

S IG N IF IC A D O D E SAN PRO SPERO D E A Q U IT A N IA . 401 (De lib. arb. III, 3, 8 : PL 32, 1281 s.). Pero desde el 397 (Ad Simpl. I, 1, 5, 7: PL 40, 103, 107) enseñó una voluntad salvífica especial limitada de Dios, así como la irresistibilidad de la gracia divina de la predestinación; con ello los hombres aparecieron divididos, des­ de el pecado original, en una massa dam na ticn is y en «vasa mise- ricordiae». A partir del año 421 Agustín enseñó que Dios ha desti­ nado únicamente a aquellos que de hecho la consiguen (De fide, spe, et caritate, p.c. 103: PL 404, 280; Contra Jul. IV: PL 44, 760); los demás, dice, están «praedestinati ad sempiternum interitum» (In Joan. Ev. tractatus, 48, 4, 6 : PL 35, 1742-1743)". Es evidente que la posición de San Agustín fue radicalizándose y endureciéndose con el tiempo. En su mente resonaban las pala­ bras evangélicas, «sine me nihil potestis facere». Y aun más explí­ citamente las de S. Pablo: «Sabemos que Dios coordena toda su acción al bien de los que le aman, de los que según sus designios son llamados. Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser conformes con la imagen de su Hijo, para que éste sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que pre­ destinó, a estos también llamó; y a los que llamó, a estos también justificó; y a los que justificó, a estos también glorificó» (Rom 8 , 28-30). De esta forma, San Agustín creyó deber enseñar que pres­ ciencia y predestinación se coimplican de modo necesario. De don­ de resultó una doctrina cuya síntesis nos ofrece Rondet en los si­ guientes términos: Para él, como consecuencia del pecado de Adán, el género humano, en su totalidad y por solidaridad con la cabeza, es una pasta de pecado, una «massa damnata», a la que corresponde, de estricta justicia el infierno, si Dios no fuera más que un Dios justo 12. Además de ser justo B, Dios, que es tan misericordioso, decide, desde toda la eternidad, sacar del abismo a cierto número de ele­ gidos, que serán salvados por gracia 14. Así, mientras que unos se condenan libremente, abandonados por Dios a las consecuencias 11. J. A u e r , o . c ., 503. 12. «Sunt igitur homines una quadam massa peccati, supplicium debens divinae summaeque justitiae, quod sive exigatur, sive donetur, nulla est ¡niquitas» (De di- versis quaestionibus ad Simplicianum, I, 16: PL 40, 121. 13. Epistolae, 14: PL 33, 879; Tractatus in Ioannis Evangelium, 109, n. 2: PL 35, 1918 y 85, n. 3: PL 35, 1853; Sermo, 22, 9-10: PL 38, 153-154; Sermo, 27, 2-3: PL 38, 178-179. 14. «Nullus ab hoc justo debitoque supplicio, nisi misericordia et indebita gra- tia liberetur... si omnes remanerent in poenis justae damnationis, in nullo apparet misericors gratia redimentis... quia vero multi exinde liberentur...» (De civitate Dei, X X I, 12: PL 41, 727). Cf. Enchiridium ad Laurentium, n. 27: PL 40, 524; De praedestinatione sanctorum, II: PL 44, 969.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz