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400 LOREN ZO F E R N A N D E Z LO P EZ San Próspero tuvo la fortuna — es justo considerarlo así— de vivir uno de esos tiempos fuertes de la historia de la teología ca­ tólica. Se vio además metido de lleno en uno de los focos de pen­ samiento menos favorable a la doctrina agustiniana. Sin embargo, fue, como dice B. Altaner, «amigo y entusiasta colaborador de Agustín»7. Es decir, que S. Próspero se encontró en el difícil papel de mediador entre el espíritu agustiniano que compartía y las doc­ trinas semipelagianas de aquellos con quienes vivía. «Contra estos adversarios que, en toda clase de libelos 8 caricaturizan la Predes­ tinación agustiniana, Próspero de Aquitania, uno de los correspon­ sales de Agustín cuando la primera escaramuza, defiende lo que cree ser el verdadero pensamiento de Agustín»9. Este breve apunte nos permite señalar los puntos en torno a los cuales Próspero desarrolló principalmente su pensamiento teo­ lógico: la predestinación y la vocación divina a la salvación. En el fondo late un problema de difícil solución, cual es el intento de conciliar el plan divino de salvación, cuya eficacia electiva se pre­ sume de una fuerza irresistible de elección divina. Y aun más, en la raíz se encuentra la pregunta de si la presciencia divina, es tan eficaz que implique la predestinación. O sea, si el saber anterior e infalible de Dios radica en una elección irresistible del mismo Dios. J. Auer señala que el problema tuvo dos puntos de origen, uno de los cuales, el Occidente latino, encontró en San Agustín su ini­ ciador 10, mientras que en el mundo griego fue tratado por Treneo (Adv. Haereses III, 25, 33; IV, 27, 1), y por Clemente de Alejandría (Stromata VI, 17; VII, 6 ), como partidarios de la unidad existente entre el plan divino de salvación y la libertad humana. Orígenes distinguía ya entre una presciencia general divina de lo que ha de ocurrir de hecho y una presciencia por amor. La vocación que acon­ tece y afecta al hombre sucede siempre «post praevisa merita» (Ad Rom: PG 14, 841-1145). Estas doctrinas, que responden al anhelo griego de claridad y evidencia, y que en Juan Crisòstomo llegan a expresiones semipelagianas (In Ps. CXX : PG 53, 345; Ad Dem. T, 47, 408), siguen siendo decisivas en la teología griega... También San Agustín, creador de la doctrina sobre la predestinación en el Occidente latino, defendió estas concepciones antes de ser obispo 7. Patrología, Madrid 1953, 340. 8 . Cf. Los Excerpta Genuensium (PL 51, 187-202), los Capitula Gallorum (PL 51, 157-170), los Capitula Objectionum Vincentianarum (PL 51, 177-186). 9. H. R o n d e t, La gracia de Cristo, Barcelona 1966, 124. 10. Predestinación, en Conceptos fundamentales de Teología, III, Madrid 1966, 502-506.

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