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S IG N IF IC A D O D E S A N P R O S P E R O D E A Q U IT A N IA . 4 1 5 tórica que estudiamos, diremos que dicha fórmula refleja una pro­ funda verdad, intuida tanto por agustinianos como por semipela- gianos, pero expresada de modo formal por San Próspero: La Igle­ sia, en sus acciones, en su vida, es expresión de su propia verdad. La Iglesia es un organismo vivo, en cuanto tal se expresa. Las defi­ niciones dogmáticas son una forma de expresión de su contenido doctrinal; su propia vida es otra forma — quizá la más auténtica— del mismo contenido. Es más, lo primero debe ratificar con sus formulaciones lo segundo, más bien que al contrario. No en vano la Iglesia puede ser definida como signo visible del Cristo invisi­ b le85. Es decir, como sacramento de Cristo. Al ser signo vivo, está en permanente movimiento, constituyéndose a sí misma en tanto que signo. Sin casi proponérselo, San Próspero, en dicho axioma, señaló esta profunda verdad en la Iglesia — signo sacramental— . De ahí que su vida, sus expresiones cultuales — elemento fundamental de esta vida— constituyan una «Lex credendi». Ponemos así punto final a esta breve reseña de los puntos más importantes abordados por San Próspero en el terreno teológico, campo en el que desarrolló su actividad literaria. Su rica personalidad ha dejado marcada una huella tan profun­ da, que los siglos no han sido, ni serán, capaces de borrarla. El forma parte integrante de una historia cuya vigencia sigue perpe­ tuándose en la presencia siempre actual de la Iglesia de Jesucristo. L orenzo F ernandez L ópez 85. C f. E. S chillebeeckx , Cristo, sacramento clel encuentro con Dios , San S ebas­ tián 1966; O. S emmelroth , La Iglesia como sacramento original, San S ebastián 1966; K. R ahner , La Iglesia y los sacramentos, B arcelon a 1967; P. S mulders , La Iglesia como sacramento de salvación, en G. B arauna , La Iglesia del Vaticano II, I, B ar­ celon a 1967, 377-400.

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