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4 1 2 L O R E N Z O F E R N A N D E Z L O P E Z alcance? ¿Abre un camino y delimita el espacio en el que la litur­ gia tiene una importancia teológica irreemplazable, y donde no se limita ya a proporcionar documentos y pruebas como un yaci­ miento más entre otros?»73. La historia puede ofrecernos la res­ puesta. Ya decíamos más arriba que San Próspero la utilizó como un argumento en contra de los semipelagianos. En efecto, en la con­ troversia acerca de la doctrina de la gracia, unos y otros acudían a testimonios de tradición eclesial para reforzar su punto de vista. Eguiluz resume el estado de la cuestión. «La manzana de la discor­ dia entre ambos bandos era la tesis genérica de la necesidad de la gracia para los actos saludables, aplicada al caso concreto de la jus­ tificación... ¿es necesaria la gracia para los actos iniciales de la justificación, o se basta el libre albedrío?»74. Como se puede com­ probar, nos encontramos de lleno en el problema analizado más arriba. Incluso podría parecer que nos salimos del tema que ahora nos ocupa. Pero el caso es que tenemos frente a frente dos conclusiones opuestas. Ambas avaladas con textos de la Sagrada Escritura v de la Tradición. ¿En cuál de ellas se contiene el tesoro auténtico de la Revelación? Y aquí es donde aparece en escena el argumento que San Próspero convertirá en fórmula. San Agustín, para demostrar la legitimidad y firmeza de sus te­ sis y la continuidad de las premisas, apela a la Tradición Su fe, dice él, resuena al unísono con el credo de la comunidad cristiana. «Aún más. comenta Eguiluz, su conclusión, tal como la formula contra los actuales adversarios, es objeto de la fe católica tradicio­ nal. El marcador de esta fe católica tradicional es la "lex creden- di” , y la "lex orandi” de la Iglesia, cuando pide a Dios convierta a los infieles y dé el adelantamiento y perseverancia en la fe de los convertidos»7S. Automáticamente salta a la palestra la discusión sobre el valor de la liturgia como testimonio de tradición. Así hemos de recono­ cer que, «aunque elaxiomareconozca por Padre a San Próspero, es — una vez más— deauténticagenealogía agustiniana»76. A primera vista parece imposible que la apelación a la tradi­ ción sea capaz de dilucidar cuál de las dos opiniones es más firme. Sin embargo San Próspero, manifestando con ello su gran agudeza 73. A. S ten zel, o . c., 691. 74. A. E g u ilu z , a. c„ 48. 75. Id., a. c., 49. 76. Id., a. c., 50.

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