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LA V IA A N S E LM IA N A EN L A S OBRAS D E. 395 Ahora bien, si en el decurso del capítulo quinto del Itin e ra rium Buenaventura apunta con suficiente claridad a esta Vía anselmia­ na, esta misma exposición bonaventuriana, bajo el punto de vista estrictamente filosófico, resulta menos convincente, porque se in­ dica un fundamento de la vía, que nos parece ser más bien extraño. Ya sabemos que se atribuye un cierto peso a la Vía anselmiana sólo en el grado en que la formación misma del concepto anselmia- no de Dios como de un «Ente, en comparación del cual nada mayor puede ser pensado» se pueda mostrar de modo científicamente convincente. En el Itin e ra rium de Buenaventura tal cimentación del concep­ to anselmiano de Dios no se encuentra ni se pretende, según mi parecer. Por esto no nos hace falta discutir sobre las siguientes reflexiones bonaventurianas en torno al «ipsum esse purisimum, primarium, aeternum, simplicissimum, actualissimum, perfectissi- m um »70, del cual resulta imposible pensar que no exista y que no sea el único con las predichas propiedades. Como aquí en el Itin e ra rium de Buenaventura el fondo secreto de toda la exposición no es estrictamente racional, sino especula- tivo-místico71, no nos extraña que el Doctor Seráfico intente intro­ ducir al lector más aun en los misterios de Dios y que transcienda intencionada y decididamente la construcción racional de la Vía anselmiana. Pero ¡ seamos justos! La cuestión de si Dios existe no fue quizás el verdadero objeto intentado por Buenaventura; lo cual se comprende, si prestamos atención al título del capítulo quinto del Itinerarium: De speculatione d iv inae essentiae p e r eius nomen p rim a rium quod est esse. Su intención fue, por el contrario, proponer una meditación teológica sobre la unidad y unicidad de Dios, apoyándose en el nombre revelado de Yahveh, cuyo vocablo es sencillamente y por antonomasia el nombre de Dios, aunque em­ plee generalmente la expresión discutible ipsum esse. De todos modos, el nombre mosaico de Yahveh en verdad está con la mística, ni en su sentido propio, ni en sentido de la así dicha mística es­ peculativa, aunque, añado yo, la argumentación esté inmersa en la esfera de la oración. 70. L. c„ V, 308 B-309 B nn. 3, 5-7. 71. La palabra «místico cristiano» se refiere: a) a cristianos que tenían perso­ nalmente experiencias sobrenaturalmente místicas, pero que no escribieron de ellas; b) a otros que intentaron escribir sobre sus propias experiencias místicas (p. ej., Santa Teresa de Avila); c) a teólogos que se dedicaron a la así dicha teología es- peculativo-negativa, con lo cual la cuestión de si ellos mismos tenían personal­ mente experiencias místicas se deja abierta (p. ej., Buenaventura) a psicólogos que intentan comprender desde fuera el fenómeno de la experiencia mística; d) a his­ toriadores de la mística cristiana.

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