PS_NyG_1976v023n002p0251_0268
EL AMOR A DIOS, FIN NATURAL DEL HOMBRE. 2 5 9 Como en cualquier ser compuesto de diversas potencias, en el hombre habrá que reconocer el orden de prioridad que éstas guar den entre sí. Las potencias intelectivas fácilmente serán reconoci das com o superiores, por alcanzar el ser, la verdad y el bien uni versal. Las potencias sensitivas que alcanzan sólo el ser y el bien sensible material, tendrán un segundo lugar, a pesar de ser preám bulos antecedentes de las potencias intelectivas, que operan con el concurso previo de la sensibilidad, que les suministra la mate ria de su ob jeto proporcionado. Las potencias vegetativas alcan zan solamente el bien del individuo humano corpóreo, ocupando el último lugar en el orden perfectivo; aunque son preámbulo, ante cedente y condición «sine qua non» para la operación de las poten cias sensitivas a las que proporcionan órganos instrumentales. De este m odo se establece entre todas las potencias del hombre un orden teleologico o de finalidad hacia las potencias superiores, que son las que colman la medida suprema de perfección posible para la naturaleza humana. Ahora bien, en la parte intelectiva del hombre encontramos dos potencias específicamente diversas, según dos únicos modos posibles de relación trascendental positiva con toda la universali dad del mundo entitativo, que son el entendimiento y la voluntad cuyos términos operativos son respectivamente el m ismo sujeto intelectivo en quien se forma el concepto, y el ser de la cosa en sí en el que termina la acción de la voluntad. Habrá, pues, que di lucidar cuál de estas dos operaciones sea superior a la otra y debe de ser considerada com o la operación humana más perfecta. A ella estarán ordenadas por naturaleza todas las demás operaciones del hombre, com o a la cumbre suprema de perfección posible para él. ENTENDIMIENTO, VOLUNTAD Y FIN DEL HOMBRE No hay que perder de vista que sólo es actividad espiritual propia del hombre aquélla que le enfrenta con la universalidad entitativa de lo otro. Todo cuanto no llegue a hacer posible esta universalidad objetiva habrá que asignarlo a otras actividades ob jetivas particulares, com o las de la sensibilidad. Por la operación intelectiva el espíritu humano entra en rela ción con cualquier otro ser, que le perfecciona en razón de su especificidad eidètica. Por ella la cosa entendida adquiere un ser eidètico en el entendimiento. «La operación del entendimiento, c o mo dice Tomás de Aquino, se realiza en cuanto que lo entendido está en el que entiende» (S. Th. II-II, 23, 6, 1). La relación de ver dad tiene su principio en la cosa, y su término en el mismo enten
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz