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25 6 RICARDO MARIMON BATLLO «apetecen» según la definición de Aristóteles ( E th ic . 1094 a 3). So lamente D ios - S e r en acto puro contiene en sí mismo la plenitud de toda perfección y bondad, polarizando com o fin la tendencia o inclinación de todos los entes limitados. Si examinamos el fin último por parte de Dios, ya que el fin del agente y del paciente se identifican en cuanto que es lo mismo lo que el agente intenta producir y lo que el paciente intenta recibir, com o advierte Sto. Tomás (S. Th. I, 44, 4), el fin de Dios primer agente no puede ser ningún otro bien fuera de él mismo; puesto que es Ser en acto puro y plenitud de ser. Ni hay incon veniente alguno en que no actúe por indigencia de un bien ausen te con el deseo del mismo, com o les ocurre a los agentes limitados que tienden a su perfección ; sino que a él le basta actuar por puro amor del bien presente, proponiéndose difundirlo en los que no lo tienen, por pura liberalidad, com o sostiene también Santo Tomás (2 Sen t., d. 1, q. 2, a. 1 y 2). Por consiguiente, la Bondad di vina coincide plenamente con el último fin, con la primera causa final de toda entidad creada o limitada. El argumento aristotélico de la finalidad metafísica ( M e t . 994 b 9-16; 1072 b 1 ss.) se ha en riquecido y explicitado considerablemente con Tomás de Aquino. Si examinamos el fin último por parte de los entes limitados, todas las cosas que ontológicamente tienen un m odo y una espe cie, todas ellas apetecen ontológicamente su propia perfección, que no es más que una semejanza participada de la suprema perfección del Ser divino. «Todas las cosas — com o afirmó Tomás de Aqui no— , apeteciendo sus propias perfecciones, apetecen al mismo Dios, en cuanto que las perfecciones de todas las cosas son a su modo semejantes al ser divino» ( « Omnia app etend o prop ia s per- fe c tion e s, appetun t ip sum D eum , inquan tum p e r fe c tion e s om n ium rerum sun t quaedam similitudin.es divini e s s e » (S. Th. I, 6, 1, 2); donde juega ciertamente de intermedio el concepto de analogía que realizan formalmente todos los entes por su semejanza entitativa con su primer Principio - Ser en acto puro. En consecuencia, con esta verdad metafísica, Tomás de Aquino no duda en afirmar con tra los que objetan que no todos desean a Dios, puesto que hay muchos que ni lo conocen, que «al apetecer cualquier bien, todas las cosas desean a Dios com o fin, sea con apetito inteligible, sensi ble, o hasta puramente natural, que no implica conocim iento al guno. Pues nada tiene razón de bien y de apetecible sino en cuanto participa alguna semejanza de D ios» (S. Th. I, 44, 4, 3). A la ob jeción de que la Bondad divina no es una perfección que pueda adquirir com o fin ninguna criatura podemos responder
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