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254 RICARDO MARIMON BATLLO proceso de despliegue o enriquecimiento de su ser hasta el término máximo de posibilidad de cada substancia. Esta perfección plena y última de ser es lo que se llama bien, y nosotros designamos con el nombre de se r final. En la metafísica tomista se deduce la estructura interna del bien a partir del concepto de perfección . Tomás de Aquino en la Suma Teológica (I, 5, 5) afirma con S. Agustín que «la razón de bien, en cuanto que consiste en la perfección, consiste también en el m od o , e sp ec ie y o rd en ». En efecto: «una cosa sólo es apetecible y buena cuando no le falta nada de lo que pertenece a su m odo de perfección. Y com o todo lo que es, lo es por su forma, y la forma presupone algo, y de ella también se sigue necesariamente algo, para que una cosa sea perfecta y buena es preciso que tenga una forma, y lo que se presupone y se sigue de ella. Lo que se pre­ supone a la forma es la determinación o conmensuración de los principios materiales o eficientes; y esto.es lo que significa el m o­ do, que es el que fija la medida. La forma se significa por la es­ pecie, porque cada cosa se constituye en una especie por su forma... Y de la forma se sigue la inclinación al fin o a la acción ... pues todas las cosas, en cuanto están en acto, actúan y tienden a lo que les conviene, según su forma; y esto pertenece al peso y al orden ...». Este examen de la estructura del bien coincide con las líneas maestras de la metafísica aristotélica, cuyos correlativos serían: ii \rt o Súv«|i.'í;, (iop<pr( o eíío?, svspyeia 0 ¿vtsXáysta (Cf. Arist. M e i. 1050 a 15, 17, 21, etc.). En metafísica tradicional siempre se ha admitido la diferencia entre poten cia , acto y operación . Son los tres elemen­ tos ontológicos que integran el ser p e r fe c to o final, constituyendo, por tanto, la estructura ontològica del se r o en te p e r fe c to . Si buscamos la razón última metafísica por qué en el mundo de los entes finitos se han de dar estos tres elementos, tendremos que llegar a Dios — ser en Acto Puro de toda perfección entitativa y que tiene, por tanto, en sí la suma perfección sin razón alguna de limitación o división— , por la demostración tradicional de Aristóteles y Tomás de Aquino a partir del movimiento (Cf. Phys. 241 b 25 ss.; 256 a 1 ss.; M et. 1071 b 1 ss.; S. Th. I, 1, 2, 3, etc.). Para que pudieran existir otros seres distintos del Ser puro infi­ nito, fue menester que el ser puro se contrajese a un modo limi­ tado de existir, que posibilitara su participación a seres de distin­ tas esencias. Y así, los seres distintos de Dios aparecerán siempre necesariamente compuestos o limitados por una esencia determi­ nada que los diferenciará del puro ser, y en nuestro caso del Ser

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