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EL AMOR A DIOS, FIN NATURAL DEL HOMBRE. 261 la cual la mayor felicidad del hombre consiste en el entendimiento (voü;) y en la actuación con form e al mismo — (Cf. p. e., E th ic. Nic. 1097b 22-1098 14; 1144 a 4-5; 1177 a 12-21; 1179 a 22-32; S. Th. I, 87, 1, m.")— , admite Aristóteles en este supremo estado del hom bre una amistad y amor mutuo de éste con los dioses, que le hace felicísimo: «El hombre que vive y obra y se cultiva con form e a su inteligencia me parece el m ejor ordenado y el más querido de los dioses. Porque si los dioses tienen algún cuidado de las cosas hu manas, com o yo creo, es lógico que se alegren de lo que hay en el hombre de m ejor y de más semejante a su misma naturaleza; y esto es el entendimiento. Y com o solícitos por sus amigos — (tra ducimos esta frase com o creemos se ajusta al contexto)— y seres que actúan rectamente y con nobleza, es lógico también que co l men de beneficios a los que más aman y honran aquello (el enten dimiento). Y nadie puede negar que todo esto es prop io del sabio. Y lo que es más querido de los dioses es lo más feliz. Por tanto el sabio es el más feliz» (E th ic. Nic. 1179 a 22-32; 1177 a 12 ss.). Qué hubiera dicho Aristóteles si se hubiera planteado la com paración entre el conocim iento de lo más divino, que ciertamente empequeñece lo divino a nuestros conceptos humanos, y el amor a lo más divino, que nos eleva tendencialmente hacia lo más divino en su mismo ser, no podemos colegirlo más que a través de su continuador Tomás de Aquino. Por consiguiente, la operación su prema del hombre en su parte racional es la operación de amor a Dios. Tomás de Aquino no es intelectualista com o filósofo. El in- telectualismo de Sto. Tomás nace de la diferencia de plano entre lo natural y lo sobrenatural. En el plano sobrenatural el planteamiento es distinto. El hom bre puede con ocer a Dios inmediatamente por Sí mismo, en la visión beatífica, sin especie o representación intermedia. Y en este caso la comparación ya no se establece entre Dios empequeñecido a nuestros conceptos racionales y Dios amado en su ser mismo, sino entre Dios con ocid o en Sí mismo, y amado en Sí mismo. La comparación entonces sólo puede establecerse en cuanto a las dos potencias trascendentales que intervienen. El entendimiento es el que hace «presente» en nosotros a Dios en Sí mismo. La voluntad es la que aspira a Dios cuando aún no lo tiene, o la que goza en él cuando ya lo ha alcanzado. Pero el alcanzarlo le corresponde esen cialmente al entendimiento mismo, com o vio muy bien P. Rousse- lot, para quien «el nervio de la teoría tomista es la concepción de la inteligencia com o facultad que tiene, en contraposición a la vo luntad, que es la facultad que tien d e » (L 'in tellectua lism e d e Saint
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