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40 J E S U S M . LECEA 1) E l g iro a n trop o lóg ico d e la teología y la in terpretación an tropológica de la justificación y d e la fe. El hombre ha adquirido paulatinamente la convicción de que su vida, lo que es y lo que quiere ser, aun en la dimensión que lo trasciende, no puede realizarse fuera o al margen de una decisión personal; adquiere conciencia de su sentido dentro de una escala de valores, apreciados más com o opción de libertad que com o im­ posición desde el exterior, aunque sea muy digna la mano que se los impone. Los postulados de la persona humana deben respetar­ se a cualquier nivel donde ésta se presente o desarrolle su activi­ dad. La doctrina teológica de Sto. Tomás sobre la justificación por la fe parte de un planteamiento psicológ ico donde se refleja el máximo respeto por la realidad y comportam iento humanos; so­ bresale toda ella por una objetiva serenidad, hecha de respeto al proceder humano. A Tomás de Aquino le resultaba impensable una justificación del hombre, aun siendo sobrenatural, sin un cambio psicológ ico de su voluntad. Y esto por dos motivos: la exigencia de la misma naturaleza humana que es libre y pecadora en primer lugar; en segundo lugar, por lo que la justificación es en sí, un mo­ vimiento del hombre hacia la justicia ba jo el impulso de la gracia divina. La justificación es algo óntico que se da en el hombre y es para el hombre, aunque sea al mismo tiempo acción de Dios. Toda la vertiente antropológica de la justificación es descrita por el An­ gélico com o «motus fidei»; la fe actúa en todo el proceso de con­ versión desde dentro a impulso de la gracia, com o constitutivo for­ mal y dinámico. En fe el hombre pecador se somete y acepta la justicia divina que le ha sido merecida por la muerte y resurrec­ ción de Jesucristo. Pero sería erróneo concebir la fe com o la causa que encierra en sí eficientemente la justificación; Dios es la única causa eficiente de la justicia sobrenatural en el hombre; la fe es también causa, pero mirando el hecho desde el «m od o » cóm o el hombre se abre a Dios y a su justicia. Pero en la doctrina de Sto. Tomás es igualmente inadmisible la postura pasiva e indiferente del hombre ante lo que en él se está realizando por gracia divina. Su doctrina ofrece motivaciones intrínsecas valederas, y no a cor­ to plazo, donde se respeta, por un lado, lo que de real supone la libertad del hombre, y por otro, lo que de real y trascendente su­ pone la intervención de Dios en la vida humana. Por todo ello la teología de Tomás de Aquino, desde su circuns-

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