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22 JE S U S M . LECEA en el proceso de la justificación del pecador. Para ello parte en cada caso de una perspectiva diferente, lo que él llama «ordo ge- nerationis» y «ordo perfectionis». El acto de fe del momento de la justificación hemos dicho anteriormente que es la disposición últi­ ma y perfecta a la gracia, el último paso de todo un proceso pro­ gresivo de preparación cronológicamente anterior a la infusión de la gracia divina en el alma humana. Nuestro autor entiende así la fe com o el movim iento del hombre hacia Dios («Credere in Deum») que puede comenzar siendo imperfecto y llegar poco a poco a per­ fección ba jo el influjo interior de la acción divina. Solamente a este nivel último y perfecto, determinado por la caridad, la fe justifica al hombre. Este m odo de enjuiciar la parte que corresponde a la fe en el proceso de la justificación se basa en la analogía con el con ­ cepto de generación sustancial: la materia que se dispone a recibir una nueva forma; la voluntad pecadora del hombre que convirtién­ dose se dispone a recibir la gracia divina que lo transforma en hom ­ bre nuevo, amigo e h ijo de Dios. Este m odo de exponer la relación fe-justificación está montado desde la perspectiva del «ordo gene- rationis» o ascensional. Desde ella parece imposible poder atribuir a la fe un género de causalidad que no sea el de la causalidad ma­ terial o dispositiva. Pero el Angélico también se co loca en otra perspectiva distinta: la del «ordo perfection is» que examina la naturaleza de la justifi­ cación desde el punto de vista de la perfección o de la «form a», en cuanto toda forma, com o se ha dicho, sugiere o implica la perfec­ ción de las cosas. Desde la segunda perspectiva la explicación cam­ bia totalmente y en ella cabe atribuir muy bien a la fe otra función distinta de la de ser mera «disposición para ...». Por último es necesario aludir a los cambios de tipo doctrinal que Sto. Tomás introdu jo en obras posteriores. Dos merecen nues­ tra atención principalmente. El Doctor Angélico, si bien es cierto que nunca abandonó del todo el esquema conceptual basado en la noción de generación sustancial (materia-forma) para exponer el concepto teológico de justificación, en las obras que corresponden a su madurez recurre con mayor frecuencia a la analogía del movi­ miento local de los cuerpos («a qu o» - «ad quem ») describiendo la justificación com o un «motus ad iustitiam», es decir com o algo fun­ damentalmente activo. De este m odo parece liberarse de una obe­ diencia escrupulosa al primer esquema, algo tan característico de sus primeros e s cr ito s66. No estamos ciertamente ante un cambio 66 . «Manifestum est autem in motu locali corporum quod Corpus motum re-

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