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294 BERN ARD INO G . DE ARM ELLADA rechaza, la política de la presión en la opinión pública y de los hechos consumados, el rechazo de cualquier diálogo auténtico con la jerarquía criticada, son premisas suficientes para que Martín Descalzo llegara a la conclusión de que la contestación — inconfun dible con la crítica seria y caritativa— no sólo no debe ser forma de actuación normal en la Iglesia, sino que prácticamente, dado su inevitable clima de fanatismo y ambigüedad, nunca podrá justifi carse. 2. J. L óp e z Gay, profesor de la universidad Gregoriana, tuvo dos intervenciones: « T eología y concien cia m isionera p o sc on c ilia r » y «L o s in ten to s de teología a u tó c ton a s ». Ambos temas se entrelazan en presupuestos y dificultades teóricas y prácticas. El dinamismo del Evangelio com o tensión misionera ha adquirido perfiles teoló gicos que no siempre parecen aptos para espolear el entusiasmo kerigmático, bien por una relativización del evento eclesial com o un servicio d ispen sable de la «m issio Dei», bien por reducir la «sa lud» evangélica a una liberación exclusivamente comprometida con las estructuras mundanas. El ponente trató de contener sabiamente el ímpetu desequili brado de ciertas intuiciones valiosas que fallan por fijarse única mente en aspectos llamativos fuera de contexto, dejan sin elaborar conceptos com o «salvación» e «iglesia» y caen finalmente en aprio- rismos racionalistas, quitando espacio al misterio de Dios, oscure ciendo con proclamas proféticas la autenticidad del Evangelio, del que existe ya una experiencia y del que hay que dar testimonio. López Gay no fue contradictor infecundo. Descubrió alecciona doramente los rasgos que dan fisonomía nueva al empeño misio nero: participación activa de todo el pueblo de Dios, concepción de la catolicidad de la Iglesia com o algo siempre en vías de reali zación en una humanidad cambiante; presencia del Espíritu San to, que exige de la Iglesia misionera una obediencia humilde a la dirección de su sop lo vivificante; y finalmente la ineluctable con vicción de que Cristo es el enviado definitivo, sin que haya salva ción que no proceda de El y sin que la Iglesia pueda atenuar lo urgente y único de su misión: hacer del Evangelio de Cristo una realidad viva y actual para la humanidad entera. El problema de las teologías autóctonas es subsiguiente a la expansión misionera en su necesidad de hacer «viva y actual» en todas las latitudes la comprensión humana y humanizante de la fe ( = teología). El con cilio (AG 22) anima a que se promueva una reflexión teológica que integre los valores enriquecedores de cada gran territorio socio-cultural. Los intentos realizados con las teo-
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