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UN BALAN CE P O S C O N C IL IA R 307 misma ciencia moderna la que muestra su reluctancia a aceptar la existencia exclusivamente de dos clases, cuya explicación estaría en los modos de producción capitalista. Su postulado de que la praxis revolucionaria desemboca forzosamente en el sistema so­ cialista, se colorea con una descripción del socialismo a nivel de unos cuantos valores, por cierto muy deseables: sociedad distinta, nueva, igualitaria, fraterna, libre, de participación, etc. Afortuna­ damente no han faltado voces, entre los mismos promotores del cambio, que ponen en guardia frente a semejantes simplificacio­ nes. La libertad sólo es posible mediante la vigilancia y la limi­ tación del poder por los ciudadanos y las asociaciones particula­ res. El estado proletario es un mito que sirve para enmascarar el ascenso de una nueva burguesía y de un nuevo capitalismo. Las simples acusaciones contra el sistema actual, puntualizó el conferenciante, aunque necesarias y justas, no deben dar base pa­ ra la idealización del socialismo. Los sacerdotes debemos dejar en esto la palabra a los políticos, sociólogos, economistas. Nuestro trabajo será más útil si ayudamos a la formación de su conciencia cristiana, su sensibilidad por la justicia, en un bien entendido com prom iso animado por la fe. Dejando mucho sin decir, concluyo constatando la gratísima impresión que me dejaron las intervenciones de Mons. López Tru- jillo. No invitó al desencanto pesimista ni a la furia revolucionaria ni a un sosegado sueño optimista. A nivel de Iglesia comprom e­ tida con la predicación del mensaje evangélico dejó clara la nece­ sidad de formar una conciencia política sin entrar en las implica­ ciones concretas de cada programación contingente. Pues com o acción que es, la política puede ser buena o mala y, desde su ambigüedad programática, admite muchas realizaciones diferen­ ciadas. Sólo opciones radicalmente opuestas al cristianismo, com o el marxismo, han de ser excluidas. A la Iglesia le compete la misión misma de Cristo: anunciar y realizar el Reino de Dios haciendo que la historia sea también de salvación, de liberación profundamente humana «sin sucedáneos», que debe seguir siempre adelante con vientos políticos contrarios, favorables o despreocupados. B e r n a r d i n o G. d e A r m e l l a d a G ijón

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