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303 BERN ARD INO G . DE ARM ELLADA revelada ha de pasar de la teología a la vida de la comunidad, y de ésta volver a dinamizar el trabajo teológico aportándole mate­ ria de reflexión. Aunque la reducción de la praxis a una dimensión política, con la consiguiente acentuación de una liberación polí­ tica, lleva al riesgo de que otros cristianos sinceros rechacen la noción misma de liberación al verla unida a formas políticas tan discutibles. Pues son muchos los cristianos sinceros, religiosa y política­ mente bien documentados, que ansian una lucha liberadora, pero por otros caminos en que se salven de verdad todos los valores humanos y religiosos. c) La tercera conferencia de Mon. López Tru jillo quiso reflejar el estado actual de diálogo y la apertura a reconsideraciones en el panorama eclesial afectado por la teología de la liberación. La gama de opiniones es muy amplia: desde quienes se encuen­ tran totalmente involucrados en la «teología de la revolución», hasta quienes quitan todo mordiente a la teología de la liberación reduciéndola a una mera dimensión espiritualista. Mientras G. Gu­ tiérrez, por ejemp lo, dice que para la conciencia histórica con ­ temporánea lo político «abarca y condiciona severamente todo el quehacer del hombre», otros no aceptarán tal postulado. Y hay muchas preciosas meditaciones que se vuelven contra los entusiastas que las formulan. Verbi gratia: Hay puntos de vis­ ta en que instintivamente nos instalamos. Frente a la Palabra de Dios tienen que caer todos los «ído los». La Palabra nos tiene que hacer «peregrinos desinstalados». La dimensión pascual liberadora de la presencia del Señor nos invita siempre a leer con o jo s y corazón nuevos el Evangelio. Pero hemos de tener cuidado de no ir hacia la Palabra de Dios desde un horizonte de comprensión tal que nos haga leer en él lo que no es sino mero reflejo de nues­ tras opciones, de apetencias o comprom isos relativos y transito­ rios. ¿N o es esta la tentación de una relectura política del Evan­ gelio? Parece que se ha superado la tentativa de presentar a Jesu­ cristo com o un «revolucionario», gracias a los contundentes es­ critos de los mejores exegetas. Pero se sigue recargando el acento en el contenido político de la actitud de Jesús, callando la frus­ tración que el pueblo sufre frente a Cristo en sus esperanzas de mesianismo terrenal. Además de una sólida fundamentación bíblica, la teología de la liberación necesita revisar muy seriamente su posición ante el análisis marxista, que muchos miran con tanta simpatía. Es la

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