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UN BALAN CE P O S C O N C IL IA R 305 es y debe ser a priori neutral, o bien descubre una falta de sentido crítico, o no sirve más que para camuflar alianzas políticas exis­ tentes... La Iglesia debe comprenderse y acreditarse com o una ins­ titución que lleva en sí un recuerdo de libertad subversiva, del que da testimonio público y cuya tradición asegura en el seno de los sistemas de nuestra sociedad contemporánea». «El cristiano no puede eximirse de trabajar por la paz: la Iglesia debe parti­ cipar creadoramente en la obra político-social de la paz, abierta a todos y a cada uno. Debe inficionar a todos con esa esperanza de paz. Sabrá realzar críticamente todas las obras de paz, mos­ trando que toda paz necesita una nueva reconciliación. Ella no busca sólo un futuro de paz social y política, sino un futuro de paz e indulgencia, com o perdón y expiación». Moltmann, el autor de la T eología de la esperanza, puntualiza que, aunque Cristo no haya sido el Mesías político de Israel, hay que hacer resaltar el aspecto político de la esperanza escatológica. Un cristianismo ra­ dical tiene efectos revolucionarios, aun no siendo un programa revolucionario. El cristianismo vivido com o revolución ve el mun­ do, no com o una sala de espera para el viaje al cielo, sino com o un campo de batalla lanzado hacia un futuro distinto. ¿Qué pen­ sar de la violencia? Dice Moltmann: «Es ciertamente posible que determinados cristianos desesperen de los medios pacíficos en su lucha contra la injusticia y acepten la violencia com o último re­ curso. Pero con esto no pueden justificar la aplicación de la v io ­ lencia. Entonces asumen una culpa que ha de ser perdonada... Con frecuencia cogemos la armas porque no se nos ocurre algo m ejor, el m iedo no nos deja ... Debemos imponernos a este miedo y de­ sarrollar una fantasía creadora en favor de la paz». Pero algunos teólogos de la liberación someten la «teología política» a una crítica severa: la ven abstracta, desencarnada, po­ co comprometida, inclinada al academ icismo europeo. Sale al paso una cuestión de palpitante actualidad y de marcada dificultad en el diálogo: en virtud de la dialéctica marxista algunos autores de la liberación declaran la absoluta imposibilidad del recurso a la reconciliación. En el concepto de revolución que asumen brilla por su ausencia la noción de libertad y la teología neotestamenta- ria de la reconciliación . Y es habitual la manifestación del mal­ estar respecto de la declaración del Papa: «La violencia no es cristiana ni evangélica». Según López Trujillo, el acierto de la teología de la liberación es el haber hecho de la praxis eclesial un tema sobresaliente del pensamiento teológico, insistiendo en que la fuerza de la Palabra

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