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232 A N G E L RODENAS E sto nos lleva lóg icam en te a p la n te a rn o s la cu e stió n de si nos e n c o n tram o s en Me. 10. 46 con u n tex to ab rev iad o del evangelio en el que fa lta p re c is am e n te el re la to de lo qu e a con te c ió a Je sú s d e n tro de Jericó . En fa v o r de la re sp u e s ta a firm a tiv a e s tá el hecho ex tra ñ o de que, en caso c o n tra rio , M arcos 10. 46 e s ta r ía en con ­ tra d ic c ió n con la fo rm a h a b itu a l de com p o n e r el segundo evan ­ gelio sus re la to s. El p ro b lem a debe a f ro n ta rs e con im p a rc ia lid a d y sin p re ju ic io s , d e ja n d o de lado la d ificu ltad qu e se o rig in a ría a p ro p ó s ito de la fo rm a c ió n del evangelio de M arcos, p o r el hecho de q u e n u e s tro evangelio canón ico p a rece s e r la red u cc ió n de un tex to a n te r io r m ás largo. Se p la n te a ría , p o r ta n to , o tr a vez la h ip ó te sis del «U rm a rku s» 20. En co n c re to , pues, son dos los in ­ te rro g a n te s a los qu e deb em o s b u s c a r re sp u e sta : 1.° ¿Q ué es lo qu e su ced ió a Je sú s en Je ric ó , lo cual h a silen ­ ciado el Me. canón ico? 2.° ¿C uál es la ra zón de que no figu re la n o tic ia en el a c tu a l evangelio? ¿H a d e sa p a re c id o a n te s de la ú ltim a red acc ió n o tal vez no ex istió nu n ca ? A unque vam o s a re sp o n d e r p o r s e p a ra d o a c a d a p re g u n ta , su conexión es ev iden te. No hay d u d a , en efecto , de qu e la re sp u e s ­ ta a la p rim e ra e s tá en re la c ión con la n ec esid ad de ex p lica r la cuando entre el v. 20 y 4. 1 no encontramos ninguna expresión de movim iento local referida a Jesús (4. 1 da a entender implícitamente que Jesús ha salido de la casa a la orilla del mar,xa po tt(v 8a).aoa«v)y sí un par de episodios importantes y significativos de la vida pública de Jesús. Da la impresión de que M. Smith se ha dejado engañar por la circunstancia de que la fórmula introductoria de Me. 3. 20 no se encuentra en Mt. ni en Le. Pero entonces tendría que haber adver­ tido que lo m ismo sucede con Me. 11. 15 (Mt. y Le. omiten: «y llega a Jerusalén») y 11. 27 (Mt. y Le. omiten: «y viene de nuevo a Jerusalén»), con lo que debería haber incluido estos dos casos entre las excepciones a la regla general. En cuanto a Me. 9, 33 opina Smith que tal vez es un ejem plo de lo mismo. Para ello se pregunta: «¿Qué les pasó a ellos en Cafarnaum, antes de que él fuera a la casa (indeterm inada)?». Y prosigue diciendo que «según Mt. lo que sucedió fue un encuentro entre Pedro y un recaudador de impuestos (episodio de la moneda en la boca del pez: Mt. 17. 24-27). Digamos ante todo que Me. 9, 33 cabe perfecta­ mente dentro de la regla general, puesto que a continuación de la fórmula intro­ ductoria (xat r/.Qo'j zio se cuenta algo que sucedió a Jesús y a los discípulos en la casa (¿d e Pedro?), dentro de Cafarnaum, a saber, la respuesta de Jesús a la disputa acerca de quién era el mayor entre ellos (9. 33b-37), y todavía siguen otros relatos. En cuanto al cam bio de la persona, del plural (Jesús con los dis­ cípulos) al singular (Jesús solo), no tiene más importancia, pues lo m ismo sucede en 5. 1; 11. 15 y 11. 27, que deberían contarse, según eso, entre las excepciones a la regla, siendo así que pueden explicarse perfectamente dentro de ella lo m ismo que 9. 33. Por lo demás el recurso al episodio del pago del tributo en Mt. 17. 24-27 para explicar la supuesta laguna después de Me. 9. 33a es muy verosím il y no puede excluirse por ningún argumento apodíctico. 20. Cf. la explicación de la tesis del «Ur-Markus» con la correspondiente crí­ tica en V. T aylor , o . c ., 67-72.

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