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254 ANGEL RODENAS salén. Pero, como hemos visto antes, algo parecido cabe pensar de la entrada de Jesús en Jericó. Es muy probable por lo tanto que también en esta ocasión se profieran exclamaciones que expresa­ rían la categoría mesiánica de Jesús. Ciertos detalles además, como el escarnio de los soldados (Me. 15. 16-20; Mt. 27. 27-31), que se centra en la burla de la realeza de Jesús, se explican mucho mejor en el supuesto de que el pueblo y los soldados hubieran oído decir más de una vez que Jesús preten­ día ser «el Rey de los judíos». Esto habría provocado en ellos sen­ timientos de desprecio y crueldad para con el que pretendía alzar­ se contra el poder romano. Las palabras de desafío dirigidas a Jesús clavado en la cruz («El Cristo, el Rey de Israel baje ahora de la cruz»: Me. 15. 32; cf. Mt. 27. 42) se explican bien si realmente la causa de la muerte, ex­ presada en la tablilla colocada encima de la cruz l09, fue en la opi­ nión de las autoridades romanas la misma pretensión a la realeza mesiánica, recogida de la voz popular. Todavía podemos hacer otra observación a propósito de la his­ toricidad de la atribución a Jesús del título de «rey». Aparte las referencias que hemos encontrado en los relatos del proceso y muerte de Jesús, podemos citar otros pasajes del evangelio que aluden a la realeza de Jesús u0: Mt. 2. 2; Le. 19. 38; Jn. 1. 49; 6. 15; 12. 13. En cambio en el resto del Nuevo Testamento no se aplica a Jesús el título de «rey», no sólo al Jesús histórico, lo cual puede parecer bastante normal dado que las cartas y el Apocalipsis no hablan del Jesús terreno, pero aun ni siquiera al Cristo exaltado, a excepción de algunos pasajes del Apocalipsis (1. 5; 11. 15; 17. 14), que por lo demás hacen referencia implícita al Antiguo Testa­ mento, donde la realeza se predica de Yahvé. Esto puede ser una confirmación indirecta de la autenticidad histórica de las referen­ cias evangélicas a la realeza mesiánica atribuida a Jesús. 109. «Según la costumbre romana un letrero debía indicar, sin duda obliga­ toriamente, el motivo de la condenación... La autenticidad de la inscripción de la cruz de Jesús com o tal, prescindiendo del carácter excepcional que el cuarto evan­ gelio parece querer atribuirle, no se puede negar» (O. Cullmann, o. c ., 50). H. Braun (Jesús. Der Mann aus Nazareth und seine Zeit, Stuttgart 1969, 50), siguiendo a R. Bultmann (o. c., 293) niega la historicidad del dato; pero su razonamiento no resulta convincente. 110. ¿No sería posible que el pasaje de la adoración de los magos haya sido compuesto por el redactor de Mt. en función de la idea de la realeza de Jesús? Esto no excluye que el relato pertenezca al género de infancias de los héroes; pero lo completaría, dándole al héroe el carácter de rey de los judíos, en un sen­ tido más profundo de lo que imaginaban los magos y Herodes, que en el capítulo último se revelaría com o Rey del universo : «Se me ha dado plena autoridad en el cielo y en la tierra» (Mt. 28. 18).

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