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LA ENTRADA DE JESUS EN JERICO (MC. 10. 46) 251 tos de exaltación popular en torno a su figura — es posible que el que acabamos de ver no sea el único 101— se explica perfectamente que en Jericó, dadas sus peculiares características y teniendo en cuenta que estamos dentro de las fechas de la peregrinación a Je- rusalén con motivo de la fiesta, se diera asimismo una manifesta­ ción masiva a favor de Jesús, de la que los evangelistas nos ha­ brían conservado algunos indicios bastante claros. 2) La entrada en Jerusalén (Me. 11. 1-10; Mt. 21. 1-9; Le. 19. 28-38). Basta recordar que la entrada de Jesús en la Ciudad Santa tuvo seguramente carácter mesiánico. Es verdad que éste aparece más acusado en Mt. y Le. que en Me. En efecto, el primer evangelio pone en boca de las turbas la aclamación «Hijo de David», dirigida a Jesús (Mt. 21. 9), mientras que en Le. le da el título de Rey (Le. 19. 38). Marcos en cambio se refiere al «reino (o «reinado») que llega, de nuestro padre David» (Me. 11. 10). Es cierto que de esta forma se expresa todo lo más de manera indirecta el mesianismo de la entrada de Jesús. Pero eso no quiere decir que el evangelista no reconozca en el fondo que el recibimiento de Jesús fue mesiá­ nico, pues así lo confirma el examen del entero relato, desde la pre­ paración solemne de la entrada hasta su culminación en el templo de Jerusalén. En todo caso sería posible que el evangelista, o la tradición de la que depende, hubieran preferido difuminar los ras­ gos de mesianismo político que revistió la entrada, al menos por parte de muchos entre los que seguían a Jesús, dado que en la co­ munidad cristiana el mesianismo de Jesús tenía un sentido bastan­ te distinto de la concepción popular judía. Si aceptamos esta explicación, puede comprenderse fácilmente que ya antes de la entrada en Jerusalén hubiera tenido lugar una especie de ensayo, que habría sido la acogida entusiasta dispensada a Jesús en Jericó. En uno y otro caso el evangelista habría puesto sordina a la descripción del entusiasmo popular. En consecuencia, Marcos, que ha atenuado el carácter mesiánico de la entrada en Jerusalén, ha diluido asimismo el triunfo popular de Jesús al en­ trar en Jericó. 101. Marcos insiste, com o los otros evangelistas, a lo largo de su evangelio, en el dato de que las turbas se agolpaban alrededor de Jesús. En algunas ocasiones acentúa la idea con el uso de zoXúc, xXsto-oi (4. 1; 5. 21. 24; 6 . 34; 8 . 1; 9. 14). No es difícil suponer que en alguno de estos casos y a raíz de alguna palabra o gesto de Jesús brotara el entusiasmo popular que, en aquellas circunstancias, adoptaba con facilidad tintes nacionalistas y revolucionarios.

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