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2 5 0 ANGEL RODENAS tanto, del A.T. la frase de Me. 6. 34b reviste un matiz de mesianis- mo real. Jesús sería el pastor-rey anunciado, que daría la victoria al pueblo y le alcanzaría la tan deseada liberación. No vamos a discutir ahora la complicada problemática de este pasaje, empezando por la relación entre los sinópticos y Juan, con tinuando por la interpretación del relato en sí mismo, y acabando tal vez por los problemas de historicidad. Nos basta con extraer algunas conclusiones que tienen que ver con el tema de este tra bajo. De la combinación de los datos analizados — reunión de la turba con Jesús 98 «como ovejas que no tienen pastor», en un lugar solitario y apartado99, la cual tiene como desenlace una despedida de Jesús más bien precipitada— se extrae la lógica consecuencia de que la multitud que rodeaba a Jesús fue animándose progresiva mente y acabó por aclamarle como Rey-Mesías. Semejantes explo siones de entusiasmo patriótico nacionalista se habían dado ante riormente y seguirán dándose en Palestina hasta que finalmente estallará la revuelta l0°. En la mayor parte de casos ese entusiasmo, que brotaba de manera espontánea y se contagiaba en virtud de la masa, se desvanecía tan pronto como las circunstancias adver sas se encargaban de echar por tierra las esperanzas depositadas en el presunto líder. Si en la vida de Jesús se habían dado momen 98. A propósito de la multitud que acompañaba a Jesús y que fue saciada por él, alguien ha propuesto que la cláusula de Mt. 14. 21 ycopU fjvcaxcüv xat raioiiov (cf. Mt. 15. 38), que pasan por alto los otros evangelistas (cf. Me. 6 . 44; Jn. 6 . 10), debe entenderse en el sentido de que no había allí mujeres ni niños, por tratarse precisamente de una concentración de carácter revolucionario, en la que sólo par ticiparían los hombres. Esta explicación desconoce el trasfondo sem ítico de Mt. Como dice bien P. B o n n a rd , L’Évangile selon saint Matthieu, Neuchátel 1963, 220: «en vrai ju if, et par souci de précision, Matthieu ajoute ’sans les femmes et les enfants’, qui ont pourtant eu leur part du repas». Cf. H. M o n t e fio r e , ’Revolt in the Desert' (Me. 6 . }0 ss.), en New Testament Stitdies 8 (1961 s.) 135-141. 99. Los guerrilleros o partisanos se refugiaban normalmente en lugares aparta dos de las ciudades, por ejem plo, en la montaña. La guerrilla urbana es una m o dalidad de nuestros días. Recuérdese que cuando Pablo es detenido en el templo, el tribuno lo confunde con un guerrillero con ocido y le pregunta: «¿N o eres tú el egipcio que hace unos días suscitó una rebelión y con du jo al desierto (síc tíjv ?pr¡- |iov) cuatro mil sicarios?» (Act. 21. 38). La historia de David, com o jefe de banda en el desierto (1 Sam. 23. 24; 25. 1), indica que ya desde antiguo esos parajes eran refugio de guerrilleros. «David huyó a los desiertos de su nativo Judá (1 Sam. 22 . 1 ss.), donde se le unieron sus parientes, ju nto con los descontentos, fugitivos y oprim idos de toda clase. Con este desecho de rufianes y bandoleros se form ó pronto una vigorosa fuerza de choque de 400 hombres» (J. B r ig h t , La historia de Israel, Bilbao 1966, 195). 100. El episodio de la multiplicación de los panes tuvo lugar en Galilea. Pero en esta región abundaban los nacionalistas «zelotas». Recuérdese asimismo que uno de los guerrilleros que se alzaron contra los romanos fue Judas el Galileo, inicia dor del partido de los zelotas (F. J o s e f o , Guerra, II, 8 , 118; 17, 433; 22, 651; IV, 3, 160-161; 4, 302 ss.; Antigüedades, X V III, 4 ss.; 23-25; cf. Act. 5, 37).
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