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F . D E V IL L A I.P A N D O , P RO T A G O N IS TA . 221 en su ce lda todo s los lib ro s que le sean conv en ien tes, ta n to de E s­ c r itu ra , P red ica c ió n , Teología y D iscip lina E c le siá stica s, com o de e ru d ic ió n sa g ra d a y p ro fa n a , de H um an id ad e s, H is to ria s an tig u a s y m o d e rn a s, sin o tro s lím ite s qu e el de qu e no e s té n p ro h ib id o s o sean ind ecen tes?» ll2. Tal vez q u is ie ra h a c e r u n a ú ltim a te n ta tiv a en aq u e l sen tido . A ello p o d ía im p u ls a rle tam b ié n el v erse de nu e­ vo en el e n g ra n a je p o lítico , con m ay o r apoyo que diez año s a trá s b a jo F lo rid ab lan c a . C arlo s IV a c a b a b a de recono ce r, a in s ta n c ia s de su a p o d e ra d o Godoy, su valía n ac iona l. En los a lto s o rg an ism o s del E s ta d o d eb ía c o n ta r con s im p a tiz a n te s muy influyen tes, e n tre ellos el m ism o re la to r o fiscal de la p rim e ra S e c re ta ría , com o p e r­ m ite c o n je tu r a r la d efen sa qu e de él h ic ie ra ca si a b ie rtam e n te en su ú ltim a re la c ió n so b re el h is to ria l de su s exenciones y tra b a jo s p o r el b ien púb lico . P o r o tra p a rte , la lu ch a de p a rtid o s e n tre los m ism o s relig iosos, ta n p a te n te en la p ro p ia P rov in cia d u ra n te la segunda m ita d de aque l siglo, p u d o a c o n s e ja rle la v u e lta a la acción «po lítica» y es­ p o le a r el deseo de fo rm a r p a r te n u ev am e n te del p róx im o Defini- to rio . C ervera so sp ec h ab a qu e la sú b ita petición de la b u la obede­ cía al in te n to de «ag av illarse con a lguno s de su facción p a ra fines p a rtic u la re s , au n q u e sea con el pelig ro de que se o rig in e alguna revolución ruidosa, que no h an conocido n u n c a los C ap ítu lo s ca ­ puch ino s» , y no o c u lta b a su recelo de que fu e ran cóm p lices los dos D efin ido res que no h a b ía n q u e rid o secu n d a rle . Y e s ta b a re su e lto a e v ita rlo a to d a co sta. 112. Ib., f. 3 v. La cita de Cervera criticando a Villalpando por su amplitud de miras en cuanto a la biblioteca de predicación, alude al estatuto XXXV III de las Ordenaciones para el Colegio de Misioneros planeado por aquél. Disponía ese estatuto: «Cualquiera de los m isionero, antiguos o nuevos, tendrá la facultad de recibir, adquirir por medios justos, y tener en su celda todos los libros que le sean convenientes, tanto de Escritura, Predicación, Teología y Disciplina Eclesiástica, com o de erudición sagrada y profana, de Humanidades, Historias antiguas y modernas, y así de los demás, sin otros límites que el de que no estén prohi­ bidos, o sean indecentes; sin reparar en que estén o no encuadernados en pasta, sean de mucho o poco coste, siendo ésta una preocupación que convendría des­ terrar de todas partes, y no perm itir se introduzca jamás en el Colegio. Los libros no pertenecen al particular, sino cuanto al uso, el cual, siendo espiritual, no hace más pobre ni más rico al sujeto que los usa y, si bien puede haber en esto com o en todas las cosas, aún las más santas, algún desorden y abuso, algún apego y vanidad, se debe corregir por otros medios sin echar la culpa a los libros que, aunque estén forrados en pasta, enseñan y contienen documentos para form ar el espíritu y el corazón y enmendar los vicios y desórdenes de uno y otro. Por otra parte, es necesaria una instrucción universal para formar un hombre com pleto y, por consiguiente, no hay facultad alguna, ciencia o arte, que se pueda llamar impropia de un sabio» (Ordenaciones y Estatutos .... pp. 39-40). 3

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