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F. DE VILLALPANDO , PROTAGON ISTA. 213 Entre tanto, y quizá de pesadumbre por tan aciago contra­ tiempo, fue renunciando a los cargos que desempeñaba en su religión, com o el de custod io (1790), e incluso a la voz activa y pasiva en el Capitulo Provincial de 1793, del que se retiró en unión del P. Santander, que concurría por derecho prop io com o Superior que era del convento-colegio de Misioneros de Toro, y del «privilegiado» número uno de la Provincia, el P. Urbano de los Arcos l03. X II Cuando llegaba a su término el proceso inquisitorial, cuya sen­ tencia de exilio creemos que jamás se llevó a efecto, por la inter­ vención del Consejo, se vio de pronto en otro pleito ante la pri­ mera Secretaría de Estado. El motivo no fue sino el que había sido caballo de batalla en torno a su persona dentro y fuera de la Or­ den desde que unos veinte años atrás le concedieran estatuto es­ pecial. La pugna por los privilegios y contra los privilegiados del Rey se intensificó en la primera década del reinado de Carlos IV y mandato de D. Manuel Godoy. En el caso de Villalpando se renovó ahora por una incidencia baladí, pero de consecuencias extraordinarias para su vida y obra. Muerto el amanuense que le había ayudado durante cuatro lustros en sus tareas literarias, solicitó otro del Provincial. El vo­ lumen de las murmuraciones, sin embargo, contra «la pareja», ha­ bía engrosado de año en año, y tal vez se había dejado la solución al tiempo, esperándose ese momento de la muerte del asistente para acabar con el privilegio sin dar lugar a roces con la autori­ dad que lo otorgó. Eco de aquella maledicencia, justificado o no, es lo que escribía un no muy bien intencionado testigo: «...hace ya tantos años que el P. Villalpando se sirve de un Donado mozo y rozagante, que le sirve de mayordomo, dispenserò, compañero, y algunas veces se le ha visto ir detrás, com o la c a y o ...» 104. 103. Sus privilegios le provenían del carg o de con fe s o r del Infante D. Luis. P ercibía una p ensión , tenía a su servicio un com p a ñ ero, p odía ir en calesa, etc.; para tranqu ilizar su con cien cia p o r el d isfru te d e un «statu s» d e sco n o cid o en su O rden, o b tu v o un B reve p o n tificio (AH S , G racia y Justicia, leg. 644). 104. Ju lián de Cervera, Informe al Supremo Consejo sobre representaciones y bula del P. Villalpando, APC, 3-15, 1. 4. O tro de los adversarios había in fo r­ m ad o ya en 1787: «E s cierto que nin guno en esta P rovin cia le haya tenido (c o m ­ p a ñ ero) hasta el D ifin id or V illalp an d o, y el P. U rbano de los A rcos, co n fe so r del S erenísim o In fan te D. Luis, y só lo co n la diferencia que el P. A rcos m antiene a su com p a ñ e ro con el situado que S. M. se d ign ó con ced erle, habiendo antes éste ob te n id o B reve de S. S. para asegurarse en con cien cia, y al del P. Villal-

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