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CONGRESO ESPAÑOL DE SAN BUENAVENTURA 113 * * * El año 1257 hendió en dos mitades la actividad de San Bue naventura. Hasta esa fecha giró ésta en torno a la alta especula ción teológica y filosófica en la universidad de París: las obras escritas durante su docencia lo acreditan de superdotado para esas tareas. Merced a ellas ha pasado a la historia del pensamiento europeo, com o una de sus principales luminarias en los «siglos oscuros» y sigue siendo fuente de primer orden para la teología, filosofía y espiritualidad cristianas. Pero en el año citado es ele gido Ministro General de los franciscanos y ante sus capacidades personales se abre un horizonte inédito. Durante 17 años, hasta su muerte, regentará el puesto supremo de la Orden y otros muy elevados de la Iglesia (ob ispo de Albano, cardenal). Nada extraño que la atención de los estudiosos actuales se vea solicitada por esta dimensión típica, la del hombre de go bierno. San Buenaventura nunca fue un teórico puro, sino que vitalmente se sintió vocado a la praxis. La historia le brindó bue na ocasión para ejercerla. Diosdado Merino, se ocupó globalmente de esta nueva faceta de San Bu enaven tu ra , h om b r e de g ob ie rn o . Para valorar su ac tuación al frente de la Orden franciscana en un momento muy delicado de su historia, no deben perderse de vista los presu puestos que pudieron condicionarla, tanto los de índole subjetiva com o los provenientes de fuera. Entre aquéllos se cuentan los va lores humanos que poseía Buenaventura, com o intelectual de gran talla y com o hombre de exquisita santidad. Entre los segundos, no pueden silenciarse ni las dificultades interiores ni las exterio res, que entorpecían la vida religosa de las comunidades en la se gunda mitad del s. x iii. Interiormente, la Orden estaba muy divi dida por luchas en torno al verdadero ideal franciscano; desde el exterior se la combatía, com o a los demás mendicantes. El nuevo General encaró con acierto el doble reto. Aceptó el pro ceso de evolución en marcha dentro de la Orden, buscando su armonía con la vivencia del mismo por San Francisco, a fin de apaciguar los espíritus. A los enemigos de fuera los contuvo o redu jo mediante las mismas armas utilizadas por ellos, las de la inteligencia refutadora; unido a Santo Tomás, en idéntica cam paña, hicieron valer las razones de las nuevas formas de vida religiosa. Su gobierno se caracterizaría por el «tacto, equilibrio, lucidez y realismo para enjuiciar situaciones; decisión y energía moral en su actuación, pero sin arbitrariedades, sino con lealtad 8
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