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112 G. Z. trató de patentizar la nihilidad de lo finito desvinculado de un Ser fundamentante, al que está religado esencialmente. A las filosofías sociales de nuestro tiempo les indicaría San Buenaventura com o solución a los conflictos planteados, más bien la vía del amor que la de la justicia, y al hombre de mentalidad cientifista y tecnológica le ofrece «ese suplemento de alma» que la cultura por él fundada necesita. Tematizando más el problema del hombre en San Buenaven­ tura, José Antonio Merino, se esforzó en delinear la Antropolog ía fundamental en el pensam iento bonaventuriano. Marchamo de su trabajo fue el aserto del B rev ilaq u ium de que «el hombre es de algún m odo el fin del universo» (o. c., p. II, c. 1, n. 2). Iluminó su exposición con sobreabundancia de citas espigadas a lo largo y ancho del saber filosófico universal, para luego centrarse en la concepción propiamente bonaventuriana del hombre y en las re­ laciones esenciales de éste. No innova el Santo la idea del hombre, sino que acepta su definición aristotélica, enriquecida por Boecio y R icardo de San V íctor, pero tiene de él una visión dinámica, que le permite interpretar la persona com o relación, y una visión existencial, en la que se lo define com o un ser itinerante mucho antes de que G. Marcel la plasmara en la fórmula del homo viator. Como un ser constitutivamente relacional que es, el hombre está intrínsecamente referido a Dios, Sumo Bien al que tienden su conciencia y su voluntad; pero también está polarizado hacia los demás, entre los que es no un solitario, sino un solidario; fo c o de relaciones, que no se agota en lo divino y lo humano, sino que, por ser el hombre fin del universo, se prolonga hasta las cosas en un sinnúmero de referencias. Tales son los rasgos bá­ sicos del humanismo bonaventuriano. Rozando el campo de la antropología religiosa, Isidoro Man­ zano se planteó la cuestión de la obed iencia y la au to ridad natu­ ra l en San Buenaventura. ¿S e justifican ante la razón natural? ¿Está de acuerdo con el derecho natural que uno se someta a otro? San Buenaventura lo trata en el De perfecticme evangélica y en lugares más dispersos, para pronunciarse, previo el análisis de las opiniones negativas, por la afirmativa. El Santo, h ijo de su época y de una larga tradición en la que se entrecruzaba lo helénico, lo romano y lo germánico con lo cristiano, defiende la sociedad servil com o algo natural, al menos en el orden del pe­ cado. Pero brujuleando hacia el norte de la teología, afirmará que el que preside en cualquier orden deberá ser también el que dirija el retorno de sus subordinados hacia el Padre.

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