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CONGRESO ESPAÑOL DE SAN BUENAVENTURA 111 ofrece fácil paso a nivel para el teresiano; recordó los escritos de cinco autores franciscanos acerca de temas espirituales, cita­ dos y recomendados por Santa Teresa, así com o la difusión, entre el pueblo, de la doctrina espiritual del autor del In c end ium am oris, y detectó el influjo del seráfico Doctor en la seráfica Doctora en otras ideas «fundamentales» de la ascética y de la mística. La ponencia, expuesta con soltura y brillantez en el aula de la Facultad teológica del Vedat, fue muy aplaudida, y tuvo algún recuerdo también para los directores espirituales dom inicos de Santa Teresa. * * * San Buenaventura no fue solamente un teólogo, o un gran místico, sino un auténtico filósofo cristiano, de signo platónico y por ello orientado medularmente hacia el tema del hombre. La filosofía de nuestro tiempo es también eminentemente antropo­ lógica. No es extraño que los estudiosos del pensamiento filosófico del Santo en este Congreso reincidieran en abordarlo desde esa misma perspectiva. El primero en hacerlo fue Enrique Rivera, que d ictó su po ­ nencia en la misma sesión de apertura, b a jo el espléndido arteso- nado del salón de la Audiencia. Se preguntó por la aportación que San Buenaventura podría dar a las principales demandas de la filosofía actual. Esto equivale a demandarse por la actualidad de su pensamiento. Las líneas divergentes en la mente filosófica contemporánea son principalmente cuatro: la que constituye al hombre concreto y no al abstracto en ob je to del filosofar; la que, ahondando en sus raíces metafísicas, trata de exhumar la sustan­ cial religación del ser humano a otro Ser; la que gravita sobre el hombre com o ente social y, por último, la que ve en él al «tec- nita», la filosofía de la técnica, con sus logros y amenazas. Cote­ jando las ideas de San Buenaventura con esa cuádruple caracte­ rística y búsqueda de nuestra época, el autor de la ponencia en­ cuentra en el pensador medieval ciertos puntos de contacto y com- plementariedad, a la vez que divergencias, con aquéllas. No es difícil detectar la afinidad del enfoque general entre las dos pri­ meras tendencias y el Santo: com o al existencialismo, es el hom ­ bre concreto y la vertiente existencial, con su acento sobre la li­ bertad, lo que interesaba a la especulación bonaventuriana; pero nunca se detuvo su mirada en un horizonte cismundano, sino que

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