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110 G. Z. praxis de la caridad; se da por ello en la estructura interna de esa teología la presencia íntima de lo carismàtico, ba jo la acción de los dones del Espíritu Santo; la revelación de Este conduce a una inteligencia más honda de «lo revelado». Pedro Martín Zabaleta, estudió La esperanza en el com entario de San Buenaventura al I I I lib ro de las Sentencias, q. 26, tratado escrito en el año 1248, el más extenso sobre el tema en toda la Edad Media, es anterior a la Summa y el prop io Santo Tomás lo aprovecharía. Aunque San Buenaventura sigue a Pedro Lom­ bardo, es también innovador. Dios es el ob je to de la esperanza teologal y en El se esperan todos los bienes. En la concepción bonaventuriana se subraya la certeza de la esperanza, certeza no de posesión, sino direccional; y, com o deficiencias, se advierten un cierto desorden en el tratado, la ausencia de la esperanza en sentido comunitario, el excesivo individualismo... La historia de la teología espiritual estuvo representada por las aportaciones de los PP. Joaquín Sanchís Alventosa y Pelayo de Zamayón. El P. Sanchís Alventosa disertó sobre la relación entre la mís­ tica de la Edad Media y la teología espiritual de San Buenaven­ tura, atendiendo, más que a descubrir y resaltar el influjo de ésta, a justificar por qué ha sido llamado el Seo. D octor «príncipe de la mística». Insistió en el cristocentrismo — la humanidad de Cristo— com o eje del pensamiento teológico bonaventuriano; persiguió esa doctrina en los escritos esp iritua les, preguntándose si el m isticismo que rezuman n o da pie para encasillar a su autor entre los m ísticos experimentales; en un plano polém ico, enfren­ tó a la corriente logocéntrica de la mística medieval teutónica, que veía en la humanidad de Cristo un obstácu lo para la unión con Dios, la mística «humanitaria» de San Buenaventura que ter­ minaría por imponerse y desterrar la orientación centro-europea. Finalmente, indicó algunas de las deudas doctrinales de la teolo­ gía mística universal a la sistematización elaborada p o r San Bue­ naventura, com o sería, entre otras, la doctrina de las tres vías. Por su parte, el P. Pelayo, de su ambicioso título San Buena­ ventura y los m ísticos españoles, tema amplísimo, se lim itó a exa­ minar su influencia en Santa Teresa de Jesús. Esta influencia se ejerció más bien indirectamente, a través de los maestros fran­ ciscanos que dirigieron o formaron su espíritu mediante lecturas (San Pedro de Alcántara, Francisco de Osuna...). Pueden trazarse numerosos lugares paralelos en lo que la coincidencia va del espí­ ritu a la letra. Insistió en el cristocentrismo bonaventuriano, que

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