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108 G. Z. ridades, y a los medios de difusión, y tratando de interesar a to das las ramas de la familia franciscana, a fin de que resultara una efemérides digna de San Buenaventura, de su Orden y del país donde tanto influjo ha ejercido en sus mejores épocas. Y, a fe, que así ha resultado. Como emblema del Congreso se pensó en el signo Tau, tan caro a san Francisco; en el entronque de los brazos de la Cruz, el escudo común a la familia franciscana y, enlazándolos, el co r dón seráfico. El diseño se encomendó a la pintora japonesa To- moko Uemura y su realización fue obra de Angel Díaz de Sonseca. Valencia puso a disposición de los organizadores la catedral y el salón de Cortes del Palacio de la Diputación Provincial; los Terciarios Capuchinos, su residencia del santuario de Montiel, jun to a Benaguacil; Torrente, el aula magna de la Caja de Ahorros y la de la Facultad Teológica del Vedat, de los Padres Dominicos, así com o, para un acto fo lk lórico navideño, el salón de actos del Colegio de Monte-Sión, de los Terciarios Capuchinos. Fue, por tanto, un Congreso bastante movido. En la catedral tuvo lugar la apertura, con una liturgia concelebrada en la que participaron más de 65 congresistas, y presidida por un obispo auxiliar en representación de Mons. García Lahiguera, que no pudo asistir por hallarse enfermo. Este acto fue seguido de una salve a Ntra. Sra. de los Desamparados, en la contigua basílica de su denominación. Seguidamente los congresistas —había ins critos 73 miembros de las ramas masculinas y 25 de las feme ninas de la Orden franciscana— se trasladaron al Palacio de la Diputación, y en su magnífico salón de Ciento se continuó con los primeros actos protocolarios: saludo del Presidente del Con greso, P. Tomás Roca, que razonó la conexión de la sede del Con greso con el franciscanismo; Valencia supo crear — d ijo— escuela entre los h ijos de San Francisco, mediante personalidades com o Pascual Bailón, Nicolás Factor, etc. En nombre da Diputación Provincial d io la bienvenida a la Casa de la Provincial el catedrático de Ciencias biológicas de la Universidad levantina, quien se declaró personalmente francisca no de la quinta columna, cordialmente afecto al santo que en todos los seres veía a Dios, cantor de la naturaleza animada e inanimada: San Francisco no sacaba al hombre de la naturaleza, sino que lo integraba en ella, y por eso sus expresiones no eran las de «hombre, cigarra o lob o », sino « h erm an o hombre, hermano lo b o ...» . Hoy se ha alejado el hombre de la naturaleza com o libro abierto de Dios, metiéndose en la ciudad «contam inada», su propia
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