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SOBRE LA GRACIA Y SU TEOLOGIA 65 la que Cristo representa la voluntad creativa de Dios y constituye el propósito convergente de la finalidad de la historia previsto desde el principio. Cristo no puede ser, desde luego, una eventua­ lidad, una contingencia; Cristo deberá entenderse como el medio de la autoexteriorización histórica del Padre, en función de quien, por lo tanto, éste imaginó el mundo, y no más bien lo inverso. En esta dirección la exégesis actual va descubriendo un significa­ tivo giro del planteamiento. Pero lo que parece bosquejarse por detrás de esta posible re­ ducción es un proceso de subsumisión de algunos conceptos clave, que está remitiendo a su vez a una rearticulación del sistema. Probablemente hasta un punto tal, en que se desestime el con­ cepto mismo como acumulador o congelador de ideas al paso del tiempo, o como, lo que es más grave, material científico certifi­ cado para un quehacer que, como el teológico, terminará quedando preso en el circuito cerrado de la abstracción intemporal. Hay quien concibe la fidelidad teológica como una aceptación estoica del enojo que lleva consigo la defensa de postulados preteridos e inadecuados hoy. Hay incluso modos de rehabilitar con éxito viejas maneras religiosas, mediante el recurso nostálgico o me­ diante el abuso de la connatural ingenuidad de las masas, prestas siempre a dejarse llevar o traer al socaire de una incitación reli­ giosa que nunca está a su alcance discenir. Lo uno puede ser luego utilizado en apoyo de lo otro. Ambas posturas son capaces de detener o confundir el camino por donde se adivina una forma sintónica de seguir, al paso de la ciencia, el andar propio de la teología. Cu ltu ra c le rica l Si hemos de entender que no son únicamente los moldes del pensamiento, sino también las situaciones históricas, las que con­ dicionan y fraguan las interpretaciones teológicas que se van su­ cediendo, no habremos hecho un análisis formal de las dificulta­ des de la gracia, mientras no esclarezcamos las conexiones con la vida que puedan haber marcado en algún sentido su estructura­ ción. Sabemos de sobra que a este hecho no siempre se le pro­ diga la debida atención en el estudio de la evolución de los dog­ mas. Por eso mismo nos consideramos más obligados a tenerlo Cristo juega en la creación y mediante el cual, creación y encamación, aparecen ligadas entre sí desde el propósito inicial e histórico del Padre. Cf. Hulsbosch, Die Schöpfung Gottes, Friburgo 1965, 13, 37, 50, 74, etc. 5

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