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64 GABRIEL FERRERAS vez más, la ciencia consiente en una visión sincronizada y cohe rente de todo el acontecer a través del presupuesto de la evolu ción universal, la teología, si debe atenerse al ángulo de mira de la gracia, no podrá deponer el esquema diacrònico de la doble voluntad divina sobre un doble proyecto histórico. Mientras que, en el mismo sentido, desde el punto de vista científico se tiene como madurez cultural la tendencia que prosigue una idea de la vida unívoca y concreta, indistinta del proceso cosmogónico y bio lógico seguido por el universo, la teología de la gracia sólo per mite una visión de la historia a costa de extrapolaciones hipoté ticas o frustradas de otras modalidades. Por esta razón y dado que la teología ha adoptado en las últimas décadas una vertiente mucho más historicista, la falta de clarificación del teologúmeno gracia, aparece como una contrariedad, como un punto en el que la teología no disipa la cierta fatalidad de saberse a contrapelo de una orientación generalmente admitida. Este hecho no deja de repercutir en los niveles más rasos de la vida eclesial. Está to mando casi los caracteres de un género literario, el típico estilo de contrapunto que presenta el lenguaje oficial y oficioso de la Iglesia en nuestros días, debido a esta ambigüedad interior no superada; se balancea siempre entre una afirmación altruista y una reserva timorata añadida de inmediato. Todo ello no es pre cisamente, como se dice, expresión de una ecuanimidad, sino sig no de una indecisión que descubre el estado de transición e in- certidumbre que atraviesa la teología. El sobrenatural perpetuando un último dualismo o, quizá me jor, el sobrenatural bloqueando en un pertinaz dualismo la ex presión teológica, como una insuperable correlación o como un sino irreversible: he ahí la incomodidad aguda que crea el proble ma de la gracia en el ámbito de la actual teología y que deja al sistema en abierta discrepancia interior. Una perspectiva de salida sólo es posible advertirla en la línea de una reducción de la doble voluntariedad histórica de Dios a la unísona voluntad de la crea ción 2. De Lubac y Hulsbosch han insistido en ello, promoviendo, con otros, la idea de una concepción dinámica de la creación, en 2. En este punto, tanto de Lubac como, sobre todo, Hulsbosch, pretenden ins pirar su planteamiento en la línea de la evolución científica y particularmente, en Teilhard de Chardin. Como se sabe, la validez teológica de esta alternativa está siendo objeto de controversia en la actualidad. Toda la dificultad gira en torno a la significación cósmica que deba atribuírsele a los textos paulinos de Col 15, Rom 7 y E f 21. Los exegetas mantienen posturas harto divergentes entre sí. Pero es evi dente que ya no se podrá ignorar, como se hacía antaño, el papel privilegiado que
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