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62 GABRIEL FERRERAS ciones de barruntar la respuesta es aquélla que percibe de cerca la inanidad de unas significaciones desangeladas, porque allí el lenguaje ya no tiene medio de evadirse. Una a rticu la ción en qu ieb ra La teología de la gracia ha sido uno de los puntos del sistema teológico en que más se ha dejado sentir el pernicioso dualismo de la expresión religiosa. La teología de la gracia tiene a su cargo, como es obvio, mantener el principio del sobrenatural como cua- lificación y como certificación del acontecer salvífico de Dios en la historia. En tiempos de la Escolástica, cerrado como estaba el pensamiento en su dimensión objetivista, se asumió este cometido con un criterio casi fenomenológico. No sólo se hacía una distin ción entre creación y gracia, sino, lo que es rizar más el rizo, entre gracia y encarnación. Lo de menos es ya, en este caso, que la acción salvífica se entienda como una segunda operación de Dios sobre la historia; porque a esto se añade una forma virtuo sista de entender la implicación de la gracia que, al disociarla de los gestos humanos de Cristo, se queda en un extrinsecismo ahis- tórico de pura fantasía mental. La gratuidad se establecía así con una meridiana clarividencia, desde esta independiente realidad de la gracia... El error estaba en un planteamiento que partía tam bién de un hombre fantástico, porque daba por supuesto la posi bilidad de que su existencia tuviese un sentido acabado, fuera del proyecto cristológico de la historia. Este supuesto — el de «un hombre natural»— , se ha mantenido después en la teología para formular contra él el concepto de gratuidad, si bien es verdad que tan sólo se le considera como hipótesis que no ha tenido lugar, porque fuera del horizonte cristológico ningún modelo de historia es pensable ni posible. Aun así, como se sabe, la idea es de lo más controvertido. Aquel craso extrinsecismo de la comprensión escolástica de la gracia está totalmente abandonado, pero no por eso ha desapare cido en otros niveles menos fáciles de entender. De todos es co nocida la relativamente reciente polémica suscitada por De Lubac en torno al problema de la gratuidad y la necesidad de la gracia. Toda la importancia de esta disputa gira sobre el medio de esta blecer y comprender la trascendencia de la gracia: el modelo clá sico es el de la contraposición del hombre nacido en el ofrecimien to divino, con la hipótesis del hombre natural, desprovisto de tal ofrecimiento. Y toda la dificultad reside en que estos dos términos
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