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SOBRE LA GRACIA Y SU TEOLOGIA 85 como señala acertadamente I. G. Frazer", la magia no es el susti­ tuto de la religión, sino de la ciencia. Por eso se diferencia de la religión tanto como de la ciencia misma. En efecto, la magia es el sustituto de la ciencia porque es la pretensión de realizar o resol­ ver automáticamente lo que está llamado a ser resuelto por la ca­ pacidad del hombre, es decir, por la ciencia física. Es la pretensión de hacer religión de la física — el típico milagrerismo o la hechi­ cería—■. Es innegable que esta tentación se ha filtrado, y siempre está como tentación filtrándose, en el esfuerzo cristiano de auten- tificación religiosa. Pero todo ello ocurre, precisamente, porque el cristianismo es esencialmente el liberador de la religión, y acaso quepa por ello hablar de él como del defenestrador de la religión. Si esto es así, no nos es difícil entender que la virtualidad de la gracia debe de conjugarse armónicamente con las leyes físicas del universo; no las sustituye ni las suplanta. Debe poder concebirse como perfectamente conciliable con la autonomía y desarrollo del mundo. La promoción de lo religioso, y también de su lenguaje, no está en relación inversa, sino proporcional, con la de la ciencia. La gracia nada tiene que ver con la usurpación física de la idolatría a la ciencia, por eso nada le disputa, nada le enemista; no sólo no contraría el movimiento autónomo del mundo, sino que lo promue­ ve desde aquella dimensión en la que procura sustraer al hombre de su tentación fetiche, que es toda demagogia absolutista, toda desorbitación del bien de uso, todo humanismo del éxito, toda ego­ latría de la preponderancia. La gracia puede considerarse así, como el dinamismo reconciliador de esta dispersión que amenaza al hom­ bre, de estas mitologías modernas que, como nuevas pseudo-reli- giones, son subproducto de la trepidación a la que está sometida la conciencia humana en nuestros días. 2. La co rre cc ión existencia l de la g ra íu idad Un segundo aspecto digno de resumirse, consiste en destacar la importancia de la tarea que intenta des-ontologizar la gracia, como tema, como tratado, como magnitud. En fin de cuentas, esto es lo que distingue el gesto salvador de Cristo. Se trataría, pues, de des­ arrollar la importancia que este teologúmeno tiene como cualifica- ción de la salvación; la gracia como adjetivo y no como sustantivo — que es el término gramatical que identifica las «substancias» mundanas, física y cuánticamente— . La salvación es gratuita. For­ 11. Cf. La Rama dorada, México 1969.

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