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84 GABRIEL FERRERAS Una de las insistencias que nos parece más lógico retirar de lo hasta aquí dicho, es la de que la concepción de la gratuidad no debe pensarse en la línea de lo sobreañadido, sino precisamente en la de la reserva que, como modalidad fundamental del aconte­ cer histórico divino, es impuesta por la encarnación a la teología. La gratuidad no es una dimensión que desdoble o reduplique la presencia histórica de Dios, porque esto sólo puede conseguirse a base de forzar, desnaturalizando, la condición inicial y creacional en que fue establecido lo mundano. La realidad gracia sólo puede afirmarse así, sobreponiendo la salvación a la idoneidad mundana, desfigurándola y contraponiéndola con la denuncia de su insuficien­ cia; equivocándola con la ambigüedad a la que queda obligado el lenguaje. Así entendida la gratuidad, es un teologúmeno desfasado que desorbita la naturaleza de lo religioso tal como ha sido tipi­ ficado por el acontecer cristiano. La gratuidad es una dimensión en la que la actitud benevolente de Dios, de que da cuenta, se inter­ preta históricamente, no como la autoproposición de Dios, sino como la devolución del mundo a su conciencia, lugar en el que éste se redescubre como una novedad que nace de una nueva capacita­ ción histórica de Dios. Pero todo esto excluye una fenomenologiza- ción sacral de este acontecer; y todo esto excluye una actitud de captación, experiencia y expresión de esta teología en términos físi­ cos y extrínsecos. Porque precisamente, el lenguaje extrínseco, es el lenguaje en el que tiende a expresarse la religión suficiente, la religión clerical, que pretende investir la temporalidad de sacralidad. Ya lo hemos advertido, lo que el acontecimiento cristiano ha supuesto como acri­ solamiento de la religión, es la denuncia de la idolatría como pre­ texto y engaño de religión. La idolatría que termina siendo la falsi­ ficación de la trascendencia. El lenguaje extrinsicista contraría el sentido en que el cristianismo ha expresado la forma de presencia que es históricamente posible y válida a la auténtica trascendencia. El lenguaje extrinsicista es el lenguaje de lo idolátrico. De este modo es como la religión no tiene fundamentalmente por qué cerrarse en el prejuicio de su contradictoriedad con el mundo. Lo que ocurre es que, también en este caso, la filtración temporalista de la idolatría, termina confundiendo a los ojos del mundo, la religión con la magia. No puede ser por menos, porque el ídolo es el objeto, el «tótem» de la actitud mágica. Sin embargo, 1 . La corrección idolátrica del lenguaje

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