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SOBRE LA GRACIA Y SU TEOLOGIA 81 lumbres, la utilización sin escrúpulos — pero también sin conoci miento alguno— de las técnicas psicológicas, sociales e incluso ci bernéticas en distintas áreas de la pastoral y de la pedagogía de la fe, lo denuncian con claridad. La resistencia del teologúmeno gra cia a entrar en este juego es providencial, porque le pone a todo él en evidencia. De ahí su importancia. La encarnación como pauta del saber teológico La ley de la encarnación es un prisma para comprender la gra cia que puede ayudar a restablecer su significación y su urgencia actual en la teología, porque no solamente no privilegia un modelo científico determinado, sino, incluso, porque más bien parece favo recer una inversión del sentido que venía siendo clásico en su tra tamiento. La encamación marca y define el modo cómo Dios quiso ser condescendiente con el mundo. Este modo, lo hemos notado ya, es la posposición, la humillación; el abajamiento. Dios no se nos da sino bajo la modalidad de silencio, de retraimiento; ésta es la determinante que marca su dejarse conocer: «Deus abscondi- tus». En su revelación Dios, no sólo no se antepone al mundo, sa- cralizando su condición, sino que sólo se nos da a conocer al pre cio de la aceptación previa de este mundo; al precio de correr este riesgo de su ausencia — o de su ausente presencia— sin escandali zarse de él. No sólo no podemos nunca llegar a su inmediatez y captarle, sino que el mismo relativo acercamiento que vamos lo grando, despeja espontáneamente la réplica de no ser él, devolvién donos al mundo9. Por lo tanto la verdadera trascendencia de lo divino es aquella que se hace presente sin dejarse advertir. En su exacta acepción, es, pues, irreductible a ciencia, porque, en rigor, ésta exigiría un trueque de lo mundano por lo divino. En realidad, la ciencia, en teología, no es nunca saber; es siempre aprendizaje y desciframiento, porque el silencio interpuesto — y obligado— del mundo, impide la articulación normal del concepto trascendente.. Sin esta humillación aceptada, no puede haber eso que se llama teología. Bien sabemos que la fe nunca ha puesto su seguridad en la grandeza de sus intelectuales. Los momentos más decisivos de la historia de la Iglesia, los más críticos, han sido salvados por la fe 9. «Dios no se nos da sino bajo la modalidad de retraimiento, de silencio, de inabarcabilidad, de expansión y de abertura al horizonte histórico. Se nos da, pues, bajo la modalidad de lejanía rechazante... Conocerle lleva consigo un desconocerle, en la misma medida en que afirmarle comporta una necesaria posibilidad de ne garle». Cf. K. R a h n e r, La Gracia como Libertad, Barcelona 1969. 6
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