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78 GABRIEL FERRERAS lizada contra el pueblo. Son expresiones inteligibles en este con texto. Constatarlo así resulta más positivo que el dejarse alterar por el escándalo o por el despecho. La más radicalizada reproba ción, si se hace algo por descifrarla, puede resultar un excelente medio de acercamiento, porque supone un encuentro de los moti vos de disensión, y éste es el primer paso para romper el círculo d ela abyección y establecer la comunicabilidad. Pero es inteligible que si las cosas han llegado a estos extremos, se mantenga la im posibilidad de establecer un acuerdo y siga pareciendo inútil todo intento de aproximación al mundo que se siga basado en lo que es «razonable», porque no dejará de ofrecer más que buenas palabras. Pensemos por un momento ahora, en aquellas inmediatas incon gruencias «lógicas» que advertíamos en la relación de la posición de la Muerte de Dios. En efecto, es más que evidente que hay inco herencias: ¿cómo se puede hablar si no, de responsabilidad acep tada sin un criterio que distinga lo realmente malo de lo bueno? Porque no es tan fácil como a primera vista parece. Según las cir cunstancias puede ser bueno o malo el aborto, el genocidio, la dic tadura, etc... Por otra parte, llevar hasta el extremo la afirmación de que el mal es natural, consubstancial con la condición histórica, nos lleva a admitir el que el mal es bueno, y en definitiva, el que la contradicción es el orden... Y en esta línea podríamos proseguir, pero siempre en vano a pesar de lo acertado de nuestra crítica, por que falta una condición preliminar: el acuerdo sobre la validez de la razón. De nada nos sirve lamentarlo; lo queramos o no, las gen tes sólo se quedan con un uso acrítico del pensamiento y en el fon do, les importa poco la lógica técnica del pensar y la misma ver dad, cuando está mediatizada y sólo es técnica. Puede que todo ello no responda a una deserción genérica de la religión; puede que sea una deserción depuradora; puede que obedezca a ese es cepticismo general respecto de la inflación de ideologías politizan tes y despolitizantes; puede incluso que sea resultado de los facto res tecnológicos que inciden hoy masivamente en la funcionaliza- ción del pensamiento... Todo ello puede ser cierto, pero lo que en consecuencia parece inevitable es no sólo la generalización de un tipo de pensamiento empírico, sino de un pensamiento arreligioso, en cuya arboladura tiene que ver sin duda el uso demagógico que del concepto ha hecho la cultura eclesial. No es ésta una actitud religiosa y no puede por ello ser intérprete adecuado de su reali dad, porque es una actitud engreída en el poder espiritual del sa ber que lleva al secuestro de la ciencia.
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