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76 GABRIEL FERRERAS absoluta; se adopta una manera de entender la verdad y la razón más adecuada y que se supone menos ofensiva para el hombre que la fe, porque no da pábulo al optimismo iluminado que viene hun diendo sucesivamente en el desencanto a los idearios religiosos y a las generaciones que han creído en e llos7. b) E l secuestro del saber relig ioso Parece, pues, que el movimiento de la Muerte de Dios intenta ser reflejo — dejemos a un lado por ahora, si acertadamente o no— de una actitud moderna que se tiene por refractaria a las «teorías» teológicas. Utilizamos esta expresión de «teorías teológicas» para dejar en claro lo que entendemos que debe comprenderse aquí por «teologías»: no sólo las visiones religiosamente confesionales; teo logías para el hombre actual, para estas multitudes de nuestra épo ca, lo son todas las superestructuras ideológicas que tienen de an temano definidas las grandes razones del sentido de vivir o las grandes razones del sinsentido de vivir; tanto da. Podríamos decir que teología, en este mal sentido de la palabra, es todo aquello que huele a clericalismo; claro aue, en este caso, clericales no serían solamente las elaboraciones de los profesionales de la teología o de los moralistas clásicos, sino también las de los filósofos del ateís mo de oficio o las de las ideologías y convencionalismos de los po líticos. La impresión que retiramos, pues, de este testimonio, es la de que se rechaza para nuestro tiempo la relación dialéctica, nunca puesta en duda, entre realidad y teología. Ahora bien, es preciso observar atentamente que la teología, o más exactamente las teo logías, son rechazadas en bloque como mundo teórico, mientras se afirma una modalidad empírica y positiva de concebir la función reflexiva que no lleva nunca hasta sus últimas consecuencias las exigencias de la lógica. A nadie se le oculta aue esta aseveración es algo muy serio como para ser pasada por alto; vamos sin embargo a permitirnos soslayarla de momento para volver en seguida sobre ella. Porque nos interesa más preguntarnos previamente a qué es debido este fenómeno que se acusa bajo la reacción de un determinado post cristianismo, al que en el fondo no cabe negarle la importancia de un hecho tínico de nuestro tiempo; es decir, la de, al menos, un dato sugeridor. Sin duda alguna que es í'epresentativo de la consa bida distorsión existente entre la institución religiosa y lo que pue 7. Cf. o. c „ 160.
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