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SOBRE LA GRACIA Y SU TEOLOGIA 75 te; no se adopta con resentimiento, ni se asume con intención de revancha alguna o de provocación 5. Por eso desconcierta. Sin embargo, también este aspecto puede ayudarnos a situar adecuadamente la significación de esta réplica dirigida en su fondo a la teología profesional. Pero sigamos. La invalidez de los principios cristianos se demuestra, al decir de estos escritores, porque todas las certidumbres espirituales que el cris­ tianismo ha ofrecido a la humanidad para dar razón de su com­ plejidad o para buscar solución a las alienaciones que le acompa­ ñan — piénsese en la defección original como explicación del pro­ blema del mal— , han dejado al mundo donde siempre ha estado y no han logrado hacerle dar un paso importante hacia adelante. Esto no es necesariamente un reproche, porque el cristianismo no es una técnica de acción; pretende ser sencillamente una constata­ ción que evidencia, eso sí, que el cristianismo ha sido un sistema de evasión conceptual, definitivamente inepto cuando el mundo ha entrado en épocas de transformación estructural, cuando ha empe­ zado a romper con la inercia vegetativa de los siglos pre-industria- les. Naturalmente esta diferencia de comprensión se traduce para este humanismo, en nuevas significaciones de sentido: a la ética cristiana de culpabilidad, le sigue en el tiempo presente una éti­ ca de inocencia 6. Pero lo verdaderamente importante es que la ino­ cencia actual no es ya una teoría como lo era la culpabilidad de antaño, porque el que el hombre se considere inocente de haber nacido en un mundo contrahecho e imperfecto, no justifica la de­ sesperación ni la provoca. Es más, se rechaza la culpabilidad tanto como se reclama la responsabilidad de ser dueño del propio des­ tino y de asumir la tarea de corregir con manos propias la tierra mal hecha donde hemos venido a nacer. En este punto es donde encontramos cargada de significación esta postura y donde nos pa­ rece sumamente sintomática de nuestro tiempo: en el rehúso de la teoría, en el rechazo del drama ontológico al que la conclusión teó­ rica parece llevar inevitablemente a la razón. Por eso, y del mismo modo que, como antes indicábamos, no se busca «camorra» cuando se discrepa tan disparatadamente, tampoco en este caso, se recri­ mina a Dios de haber creado el mundo mal. Y en consecuencia, estos nuevos humanistas se inhiben de afirmar que ellos vayan a hacer mejor las cosas que los viejos moralistas de otro tiempo; simplemente se acepta la imperfección concreta a la perfección 5. Cf. o. c., 132-142. 6. Cf. o. c., 168.

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