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72 GABRIEL FERRERAS invita a preguntarnos si no son precisamente el síntoma de la con junción — anhelada desde que la cultura es historia— de estos dos ejercicios del saber, el lógico y el técnico. La carrera vertigi nosa de los reactores americanos sobre el planeta terrestre atra pando el ritmo de la velocidad astral, parecía simbolizar también el momento crítico de la historia en que la técnica daba alcance a la mágica desenvoltura de la razón. Este hecho sintomático legi tima nuestra interrogación: del mismo modo que en épocas de inferioridad de las ciencias experimentales la razón pura se anti cipaba a la constatación empírica, en tiempos en que las experi mentales han adquirido la primacía de los frentes del saber, ¿no les coresponderá a éstas ir, a partir de ahora, por delante, impli cando como es obvio una trasformación profunda en el ejercicio de la misma función inteligente? De esta perentoria alternativa está afectada también la teolo gía sin que, al parecer, se haya dado del todo cuenta. Puede, en este sentido, que la más audaz teología de compromiso no sea sino un incierto ensayo que capta vagamente este propósito, pero que no se queda de él más que con el pretexto de la incidencia vital y social. El actual movimiento de la Teología Política despe ja esta inevitable sospecha de que por no dejar de ser teología, no puede dejar de ser cerebral. Y es muy posible que este hecho tenga algo que ver con otras dificultades muy típicas inherentes a este género de teologías, tales como el que se rehúya ser y, al mis mo tiempo, no puedan dejar de ser de naturaleza ideológica. El peor servicio prestado por el clericalismo a la teología pudiera ser, en este sentido, la tendencia a perpetuar en el tiempo, contra toda la unísona determinación en sentido opuesto de la cultura científica, un método científico sólo especulativo que funciona en circuito cerrado sobre su propio arsenal de conceptos, como si por tratarse de teología estuviéramos ante un caso tan especial de saber que justificase esa desafinada variación. De todos modos esta cuestión es ya muy vieja en teología y presumo que no la vamos a solucionar tampoco aquí, mientras sólo siga siendo una cuestión de teólogos, porque el fallo clerical está precisamente en el hermetismo del ghetto. Esto es al menos, un indicativo para inducimos a abrir compuertas comenzando por escuchar el diagnóstico de lo que desde fuera se piensa de la teo logía, con todo lo que este hecho lleva de indeciso y vago, porque es claro que por la teología sólo se interesan los teólogos. Nos otros vamos, sin embargo, a intentar hacerlo buscando paliar esta dificultad con la ayuda de un tipo de crítica que proviene de las
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